XXVI Festival de Jerez

La soleá tiene nombre de mujer: Manuela

Manuela Carrasco, con 'Aires de mujer' en Teatro Villamarta

Manuela Carrasco, con 'Aires de mujer' en Teatro Villamarta / Manuel Aranda

Hay artistas que sólo verles salir al escenario ya valen el precio de la entrada. Así. Sin más. La energía que irradian, la capacidad de transmisión, la solemnidad y, sobre todo, el respeto que infunden, hace que uno deba hacer lo imposible por no perdérselos cuando tiene la oportunidad de disfrutarles en directo. Y Manuela Carrasco (Sevilla, 1954) es una de esas referencias imperdibles cada vez que se pueda y se tenga la oportunidad.

Y, además, si baila por soleá como lo hizo anoche en el Teatro Villamarta en el Festival de Jerez, pues mejor no seguimos escribiendo porque esos diez minutos fueron como tocar el cielo con las manos. Diez minutos en los que ya nos dio igual todo lo demás. Absolutamente todo. Disfrutar esa soleá, marchándonos del espacio escénico saciados de arte era lo único que importaba a la salida del Villamarta. Era el corrillo en el hall y en el vestíbulo. En la calle y en los bares de alrededor.

Una vez más esta bailaora imperial quiso seguir refrendando su estatus de primera dama en esto del baile flamenco con diez minutos de empoderamiento femenino. De fuerza. De rabia. De exigir y de ofrecer. De estampas clásicas y atemporales que tienen un sello característico con denominación de origen. De transmisión a todo lo que daba la boca del escenario. De ida y venida de cantaoras a las que les podía, juntas y por separado, a pesar de las guitarras. De matriarca de la reina de los cantes.

Y es que cuando tienes la suerte de vivir un momento como este, como este baile por soleá de Manuela Carrasco, lo mejor que puedes hacer es dejarte llevar por ese mar de sensaciones y disfrutar de lo que ven tus ojos, porque otro momento igual, probablemente no lo vas a volver a vivir. Será parecido, pero no igual. Seguro. Y eso es tan verdad como que la Gioconda de Leonardo, a pesar de su diminuta dimensión, es capaz de eclipsar las impresionantes Bodas de Caná de Veronese que tiene frente a ella en el Louvre. Es la misma sensación que se tiene cuando, sentados en la butaca frente a toda esta institución de baile flamenco, sacando de su cuerpo lo mejor de su arte en el cierre de ‘Aires de Mujer’, no quieres que el tiempo pase y, además, esperas todo lo que sea necesario para poder saborearlo.

Como así fue en la noche del pasado lunes. Un regalo que nos dejó Manuela Carrasco en su vuelta a Jerez. Un momento que, junto con el recuerdo que quiso tener a su cuñada ‘La Susi’ al rematar la Nana del Caballo Grande en off, se postula como serio aspirante al ‘momento mágico’ de este Festival de Jerez que ya vislumbra los últimos días de celebración.

Y es que la soleá sabe distinta cuando baila la única Manuela a la que no le hace falta apellidos en esto de lo jondo, aun cuando, además de esta soleá que es nuestro epicentro, en estos ‘Aires de Mujer’ hubo también otras cosas buenas. Sobre todo, las protagonizadas por Anabel Valencia al cante, quien, por trilleras, seguiriyas, malagueñas, soleares apolás y bulerías de Lebrija, tanto para el baile como en solitario, se ha destapado en este Festival de Jerez como una cantaora a la que no hay perderle la pista. Si bueno fue su recital en la Bodega ‘Los Apóstoles’, no se quedó atrás el del pasado lunes en el Villamarta, pero es que cuando Manuela Carrasco, sabedora de que es la matriarca de toda una generación de artistas, levantó la mano, miró al frente y marcó el paso, todo lo demás dio igual. Absolutamente igual. Por eso, desde hace largo tiempo, la soleá tiene nombre de mujer: Manuela.

 

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