Las fiestas de la primavera

Cómo disfrutar de la Semana Santa y no morir en el intento

  • A continuación, ofrecemos unos consejos para sobrevivir a la primera de las fiestas de la primavera y gozar de ella en la justa medida, con elegancia y atino 

Mujeres con la clásica mantilla negra en la Plaza de San Lorenzo.

Mujeres con la clásica mantilla negra en la Plaza de San Lorenzo. / D. S.

No. No esperen vuesas mercedes que en el artículo de hoy les hable del escándalo que ha salpicado a la aristocracia española a raíz del timo de las mascarillas en el que se ha visto envuelto Luis Medina. Ni mucho menos. Dos años nos hemos llevado esperando este Domingo de Ramos como para gastar tinta en asuntos que no sean los que ahora se nos vienen encima. Allá cada uno con sus cuitas. 

Pues como les estaba explicando, toca disfrutar de la primera de las fiestas de primavera. Y para ello les ofrezco, si lo tienen a bien, una serie de consejos que han de tener en cuenta a la hora salir a la calle (Dios mediante sin paraguas) para sacarle el máximo partido a esta celebración. 

Celebración, por otra parte, religiosa, que ya saben que a muchos se les olvida la principal base de la fiesta. Religiosa y abierta a todos los públicos, que es lo que la ha mantenido viva hasta nuestros días. Algo de lo que no parecen enterarse ni Teresa Rodríguez ni Macarena Olona, que andan a la greña por demostrar quién de las dos es más folclórica en estas lindes. 

Calzado clásico y cómodo

Bueno, pues a lo que iba. Apunten o memoricen. Como mejor consideren. Lo primero que debemos mirar es el calzado. La Semana Santa es una fiesta para patearse las calles. Aunque tengamos silla o palco en carrera oficial, las mejores vivencias se experimentan formando parte del público activo. Así que cuide mucho sus pinreles. Use zapato cómodo, pero estético. Con suela de cierto grosor y si le parece bien, con plantilla. Opte siempre por modelos clásicos. Es un valor seguro. 

Si usted, querida lectora, es mucho de tacón, piense en las horas que deberá permanecer de pie. Lo puede llevar, pero con una altura que no le cause baja semanasantera al poco de ver la primera cofradía. Y ya que hemos entrado en el armario femenino, recuerde cuando vaya a llevar mantilla que la época del clavel reventón -a Dios gracias- ya pasó y que los vestidos para esta indumentaria, cuanto más sencillos y clásicos, mejor. Opte siempre por uno enterizo y evite en la medida de lo posible las chaquetas. Atención al uso de la pedrería, puede rasgarle la delicada prenda que lleva en su cabeza. Tenga siempre presente que se viste de esa guisa con un fin religioso: acudir a los monumentos del Jueves Santo y en señal de duelo por la muerte de Cristo.

En caso de los caballeros, son días de chaqueta y corbata, especialmente el Domingo de Ramos y las jornadas del triduo pascual: del Jueves Santo en adelante. Otro complemento que ya forma parte del pretérito son los trajes claros del Domingo de Ramos y las pajaritas, que parecían retrotraernos a los cotillones de fin de año. Una recomendación a los jóvenes: cuidado con los pantalones tobilleros, blanco fácil de las embestidas de los carritos de bebé, que siempre aparecen pidiendo paso en una bulla. Me he referido a los jóvenes, pero no estaría mal que atendieran la advertencia los que con más de 40 años no sienten pudor alguno en ir enseñando los tobillos. Además del peligro mencionado, se enfrentan a uno peor: hacer el ridículo. 

Mejor solo

La experiencia me ha demostrado que ir solo a ver cofradías es una delicia. Admito dos personas más como acompañantes. Superar este número se convierte ya en una molestia. Y hasta tortura. Cuesta más desplazarse en la bulla, resulta complicado ponerse de acuerdo en qué ver y, lo más insoportable, que al final siempre habrá quien con su inoportuna charla le distraiga de ese momento que lleva tres años esperando.

Ir con una sillita a ver cofradías es poco decoroso. Aunque, claro, en la era de la comodidad, todo dependerá de las facultades que se tenga y del nivel de aguante acostumbrado. Tampoco nos vamos a poner muy puntillosos en esta cuestión.

Las tapas, restringidas

Cuando acuda a un bar recuerde que en esta época se suprimen muchas tapas. No abuse de los montaditos y los bocadillos, pueden acarrearle un gran disgusto en la cintura tras los días santos, al margen de una indisposición poco grata (muchos WC en Semana Santa son lo más parecido al purgatorio). Ponga mucha atención en las confiterías a los precios de la torrija y el pestiño. No es miel todo lo lo que reluce, sino agua y azúcar (otro laxante involuntario).

Vayamos concluyendo, que se nos hace tarde. Este último consejo ya es muy personal. Lo advierto de antemano. Aléjese lo más que pueda estas fechas de esa gente que, vistiendo de punta en blanco, son defensores acérrimos de las túnicas lisas en las imágenes de Cristo y de las pocas joyas en las de la Virgen. No se han enterado de nada. Y no vamos a perder este anhelado tiempo en darles explicaciones ni en convencerlos. Toca disfrutar. Por los que estamos. Por los que se fueron. Con los cinco sentidos.