Tribuna

Ignacio Velázquez Rivera

Historia del dolor en el parto

En 1847 James Young fue acusado de herejía por usar cloroformo para aliviar el dolor

En el Génesis 3:16, aparece la primera referencia al dolor de parto en el momento que Adán y Eva son expulsados del paraíso terrenal: "En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos".

Con esta maldición bíblica se estigmatiza a la raza humana y, especialmente, a las mujeres, a las que durante miles de años, se las condenó a experimentar tremendos dolores por cumplir la fundamental misión de mantener el crecimiento de la humanidad.

Durante siglos se pensó que buscar un remedio que aliviara el dolor de parto sería ir contra un mandato divino. De hecho, esta referencia bíblica, miles de años después iba a llevar a un joven ginecólogo escocés, James Young Simpson, ante un tribunal en el Colegio de Médicos de Londres por haber tenido la osadía de, en la tarde del 4 de noviembre de 1847, haber administrado cloroformo a una parturienta para facilitar una maniobra obstétrica con el fin de aliviar el dolor del parto. La experiencia fue tan satisfactoria que la nueva madre tuvo el evidente mal gusto de ponerle el nombre de Anestesia a la recién nacida. Todo esto ocurría en la rígida, mojigata y anglicana sociedad victoriana del Siglo XIX en la que no podía pasar desapercibida una osada práctica de este tipo para los fieles guardianes de la ortodoxia de la praxis médica. Por una perversa combinación de envidia profesional y fanatismo religioso, se le acusó de prácticas heréticas, siendo llevado a un juicio de honor denunciado por sus propios colegas.

Mucho tuvo que pensar y urdir Simpson para preparar la argumentación jurídico/religiosa/médica con la que defenderse de las taimadas acusaciones de sus recelosos compañeros. Pero la defensa del joven ginecólogo no pudo ser más audaz e inteligente.

Acudió al mismo Génesis para recordar que en el 2.21 de este libro, el Sumo Hacedor duerme a Adán para sustraerle la costilla de la que saldría la misma Eva. Es decir, el mismo Dios utiliza la anestesia para que el hombre no sufra dolor. El dolor, por tanto, no puede ser un mandato divino. Es más, es posible que a tenor de este relato, pudiéramos afirmar que el Todopoderoso hubiera sido el primer anestesiólogo de la historia.

Este sólido argumento fue suficiente para salir absuelto del acoso de sus enojados colegas, pero no para acabar con la disputa entre partidarios de la analgesia en el parto y de sus detractores.

Toda esta controversia finalizó cuando años después, un médico llamado Snow suministró éter a la Reina Victoria para que diera a luz a su hijo Leopoldo. Desde entonces a este tipo de parto se llamó Parto a la Reina, extendiéndose y popularizándose esta técnica.

Hoy en día, ya pocos dudan de la bondad de la analgesia en el parto, generalizándose en la sanidad pública mediante la técnica de la epidural, por cierto, técnica descrita por un médico español, Fidel Pagés Miravé, por primera vez en la literatura médica mundial en 1921.

>Ignacio Velázquez Rivera es vicepresidente de la Sociedad Andaluza del Dolor

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios