Diario de Pasión

Debe y haber

HEMOS titulado la sección Cofrades de Arte. La nómina sería infinita. Como en los antiguos libros de cuentas, con Haber y Debe; además, las manifestaciones también son imposibles de contabiliza, también con el Orto y el Ocaso en cuanto a calidades artísticas. Vamos a realizar hoy una pequeña muestra de ellas y de ellos. Antes quiero decir, que la opinión de este que esto les escribe es absolutamente subjetiva; no está, ni mucho menos, en posesión de la verdad absoluta; la información sólo se encuentra poseída por el tiempo que a esto le he dedicado durante más de treinta y cinco años, de manera continuada, contemplando realidades artísticas de todo tiepo. Que nadie, por tanto, piense que es la seguridad definitiva. Empecemos por la extendida y supervalorada moda de los cartelitos. Si todos los años llegamos a ver colgados de nuestros escaparates y comercios, alrededor de cincuenta piensen ustedes que, probablemente, pasaría como en la fallas de Valencia, habría que quemarlos todos y liberar para la eternidad uno sólo. Este año, creo que de todos los que he visto, sólo el de Antonio Lara; es decir, el oficial, con sus extremas pinceladas llenas de sabia estructura pictórica y el del Tabanco, de Miguel Ángel Segura, con sus máximos y mínimos, sus presencias y ausencias y su dominio absoluto de los blancos que patrocina esa soledad manifiesta del nazareno penitente. Lo demás pobre manifestación de lo mismo que sólo conduce a un aburrimiento y a una pobreza artística que deprime. Volvamos a insistir en la nueva imaginería procesional. Si ya el siglo XX de por sí, fue un triste deambular de pobres hacedores, salven ustedes a muy poquitos, lo que existe en la actualidad no es pobre, es auténticamente paupérrimo. De lo nuevo que vemos en nuestra Semana Santa nos hace pensar que los autores jóvenes se están equivocando. Claro que la culpa no la tienen ellos, sino aquellos que aceptan obras de dudosa calidad o, peor, todavía, que imponen el modelo para ser realizado por la débil conciencia artística del imaginero. Y, casi todos, por querer parecerse a aquellos modelos que el ideario cofradiero ha impuesto. Me han parecido de una sobriedad artística y de unas excelentes formas, el Santísimo Cristo de la Sed y Nuestro Padre Jesús de la Entrega, poseídos de todo el rigor creativo y de todos los argumentos escultóricos exigibles y con unas abiertas disposiciones a no manifestar esas obras tan impersonales que pretenden, desde lejos, parecerse a casi todo lo ya interpretado, que ha sido, a su vez, interpretaciones, con mayor o menor calidad, de lo existente desde hace muchos siglos. Por eso, ya va siendo hora, de que se impongan testimonios de verdad y no argumentaciones esquivas de sólo van a contribuir a que esta historia siempre se quede en lo más superfluo.

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