Viernes Madrugada

Frío en todos los aspectos

  • El frío, la falta de público y la suciedad marcaron una noche que pasó sin pena ni gloria · La Noche de Jesús comenzó con la triste noticia del fallecimiento de 'Nono' Merino, cofrade del Crucifijo y El Cristo

Mal, muy mal comenzaba la Madrugá en nuestra ciudad cuando ni siquiera había dado inicio. Y es que en la medianoche del jueves al viernes llegaban noticias del triste fallecimiento del joven cofrade Antonio ‘Nono’ Merino, hijo del también cofrade del Cristo de la Expiración, Antonio Merino. Con su túnica negra de ruán ya puesta, se disponía a partir hacia San Miguel para salir de nazareno con el Santo Crucifijo cuando un repentino desvanecimiento acababa con su vida. Fue, sin duda, la nota más triste de una jornada que ya de por sí también lo fue en reglas generales por varios motivos y que deslució el tránsito de las cinco cofradías que realizaron estación de penitencia hasta la Catedral.

De un lado hay que hablar del estercolero monumental en el que se convierte el centro en estos días, y más en la Madrugada, porque a la basura de esta jornada se le acumula la del Jueves Santo. A toda esta porquería hay que añadirle la de los amigos del botellón, esas personas a las que no le gusta para nada la Semana Santa pero que sí disfrutan acudiendo al centro la noche del Jueves Santo porque, como han llegado a decirle a éste que suscribe, “para una vez que está animado el centro…” A eso de las doce y media ya casi no se podía pasar por la plaza Vargas de la marabunta que había bebiendo, gente que como es lógico, en su mayoría (tampoco es menester meter a todo el mundo en el mismo saco) dejaron sus botellas y sus orines esparcidas por todo el centro. Si a eso se le suma que por algunas zonas daba miedo pasar por las condiciones etílicas de algunos de estos personajes, la noche ya se puede considerar que empezaba mal.

Por otra parte, la madrugada se presentó desangelada tanto en lo climatológico como en el de público. Hizo frío, y bastante, aunque en las conversaciones a pie de calle se comentaba que no hacia tanto como en la Madrugá de 2009. En cuanto al público, sí que se vio mucho, como siempre, en la salida del Santo Crucifijo, tanto en la plaza León XIII como en la calle San Pablo, por eso de que se apagan las luces y se hace más bonito y respetuoso el tránsito de la cofradía –a ver si en el Ayuntamiento se dan cuenta de eso y oscurecen más calles por el bien de las cofradías y de los que las contemplan-, así como en las salidas de las Cinco Llagas y La Yedra y el paso de ésta por Cristina. Por lo demás, poca gente por el barrio de San Pedro, poquita por calle Ancha al paso de la Buena Muerte y, de nuevo, una pena ver los palcos de la Carrera Oficial vacíos de público. Ni siquiera por la mañana, cuando tradicionalmente hay un repunte de público, se vio tanta gente como años anteriores. ¿Es ésta la Madrugada que quiere y se merece la Semana Santa de Jerez?

Otro capítulo merecen los cortejos. Cortitos, por no decir excesivamente cortos en alguno en el que no se llegaron a contar ni 100 nazarenos. Pero lo más chocante fueron los casos de la Yedra y el Nazareno, dos hermandades que ya de por sí, por el nombre que tienen, deberían de contar con más acompañamiento en sus filas. Por otra parte, hay que destacar la solemnidad que mostraron de nuevo los cortejos de las tres cofradías de negro, destacando un año más el soberbio y completísimo altar de insignias que pone en la calle el Santo Crucifijo.

Pero no todo iba a ser negativo. La salida de esta hermandad volvió a ser mágica después de que el año pasado al lumbreras de turno se le olvidara que la cofradía de San Miguel sale a oscuras. Nada más que por ver a ese cortejo de rectas miradas y altos capirotes por su barrio y a esos dos majestuosos pasos, tanto el del Cristo como el de la Encarnación, merece la pena aguantar los empujones y la larga espera para coger un buen sitio. La recogía, con mucho menos público pero también en la oscuridad de la noche fue deliciosa igualmente.

La hermandad de las Cinco Llagas, pese a lo corto de su cortejo, también dejó su impronta de cofradía seria. A destacar la manera en la que anduvieron los dos pasos y el pequeño incidente a la salida del palio, cuando dio en el dintel de San Francisco chafándose las puntas de algunos de los varales. Así y todo, un hecho que no tuvo mayor importancia.

La Buena Muerte también contó con un cortejo corto pero bien formado. Los momentos más bonitos se vivieron a su salida desde su casa de hermandad en la calle Nueva y, sobre todo, a su regreso, cuando las saetas se hicieron presentes en el barrio de Santiago. De estreno, los ciriales que antecedían al palio, de dudoso gusto, la verdad.

En la hermandad de la Yedra lo más destacado fue la ausencia de la Agrupación de la Sentencia tras el paso de misterio por unas desavenencias que ahora no vienen a cuento recordar. Se estrenó así la Agrupación Musical de la Estrella de Dos Hermanas, cuya calidad musical es sobradamente conocida por su presencia cada Lunes Santo tras el misterio de la Cena. La Plazuela, un año más, no quiso faltar a la cita con su hermandad y abarrotó los alrededores de la capilla. El misterio volvió a lucirse a su entrada en Carrera Oficial con su característica manera de andar, mientras que la mañana volvió a ser para la Esperanza de la Yedra, maravillosa siempre bajo su palio verde.

En cuanto al Nazareno… El Nazareno es el Nazareno, para lo bueno y para lo malo, esencia pura de la Semana Santa más añeja. Jerezanía pura. Su camino de vuelta a San Juan de Letrán con la saeta de Luis de Pacote, es uno de los momentos más genuinos de la mañana del Viernes Santo. El ‘palito’ habría que darlo a quien decidió que sus bandas siguieran tocando cuando la cofradía estaba por Cristina con el palio de la Encarnación entrando en Carrera Oficial.

Y así, con la recogía de la Yedra pasadas las once de la mañana, se ponía punto y final a una jornada que, desgraciadamente, dio la sensación de pasar con más pena que gloria y dando otra vez la sensación de que habría que meditar qué es lo que se pretende con una noche que antes era de Jesús y que ahora ha pasado a ser la noche del botellón.

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