Semana Santa | Jerez 2022

Llegó por fin el Viernes Santo soñado

  • Gran jornada de cofradías en la ciudad con una multitudinaria presencia de público y con la incógnita de si será este año el último Viernes Santo perfecto

Nuestra Madre y Señora de la Soledad en la noche del Viernes Santo.

Nuestra Madre y Señora de la Soledad en la noche del Viernes Santo. / Manuel Aranda (Jerez)

El calor de la primera hora de la tarde era un contraste para todos aquellos que siempre han sido del Santo Entierro. Siempre en el Calvario la cofradía ha salido ya cuando el ocaso se hace presente. Pero era el Viernes Santo soñado por muchos. El de la espera. Y con un cambio casi copernicano. La hermandad del Santo Entierro sería la primera en pasar por la carrera oficial y no la última tal y como siempre ha mandado la tradición. La Virgen de la Piedad tiene la fuerza suficiente como para hacer añicos la afición más acendrada. Ella todo lo puede. Por tanto fue a las cuatro de la tarde cuando la cruz de guía salía de la capilla real para tomar la calle Taxdirt con el fin de llegar la primera al palquillo. Ver a la cofradía por la Porvera fue toda una exquisitez. Un tramo muy largo de nazarenos de la Viga que fueron invitados a cumplimentar la estación de penitencia que no pudieron hacer el Lunes Santo. Y una presidencia muy importante de la hermandad de Jesús. Nazarenos del Mayor Dolor y de la Salvación. Pero no eran las representaciones clásicas del Santo Entierro sino las hermandades que tienen carta de fraternidad con la del Calvario. La urna del Santo Entierro fulgía en la tarde soleada con sus cuatro faroles que van a juego. Atrás, el tesoro de la cofradía: la Virgen de la Piedad. Un imperio de hermosura que San Juan toma por el hombro si se ve la trasera donde iba la Astigitana a la cual había que tocarle la campana para que marcaran una marcha. Mucho tambor y poca música. Pero Ella todo lo rellena. Cruzó el Mamelón y nadie se inmutaba. Nadie se preguntaba si a los itinerarios se les había dado la vuelta y los estaban mirando al revés. La delicia del duelo todo lo puede. Y todo lo cose bien. Como el divino hilván de las mujeres que ya preparan la mortaja de Cristo.

Loreto venía a esa hora por Antona de Dios. Enhorabuena a sus cofrades que cada año sacan más nazarenos. Poblado el cortejo y cuidada la cofradía hasta el último detalle. El nuevo paso de la Virgen de Loreto es un presagio de lo que será una locura. Rocalla pura con espejitos entre calados en las viseras. La Virgen preciosa y acariciada por los acordes del realejo. Que no se olvide que fueron ellos los primeros en ponerlo en la calle. Con esa valentía de los cofrades que saben lo que es bueno para que después se exporte a otros ámbitos.

La cofradía de las Viñas esperaba el paso de la hermandad de Loreto por San Andrés. Impresiona ver ese misterio tan de barrio que huele a pimientos fritos. Los cofrades de Las Viñas saben de lo que escribe este cronista. Gente luchadora y con garra. Que quieren a su hermandad y que siempre son un punto y aparte en este Viernes Santo de tradiciones espolvoreado entre los siglos de historia. La presencia del atisbo de lo que será el nuevo palio de la Señora de la Concepción Coronada ya reflejaba que estos cofrades van en serio. Que no es cualquier cosa. La alegría que debe de acompañar a una cofradía de barrio, con muchos niños y con muchos hermanos en las filas, no dejó de verse afortunadamente en este Viernes Santo para enmarcar. La Viñas es lo que las históricas fueron hace siglos. Por lo que el resultado del dilema es que hay cofradía buena para rato.

El Cristo

El Santísimo Cristo de la Expiración olía a canela y clavo. Como todos los años. No pida el lector que sea particularmente original el cronista cuando escribe sobre el “Cristo vivo”, como diría el gran Manolo Yélamo en su pregón. Olor a yerbabuena y a mortero. El Rey del Campillo gobernó cuando cruzó la Tornería en la tarde del Viernes Santo. No hay estampa más clásica que la del Cristo. Tanto es así que el monte de claveles rojos no faltó en su barco de caoba. Todo eterno y enraizado en las leyes más jerezanas, pues no hay un bacalao tan elegante como el que llevan los cargadores del Cristo. Tras el Cristo, el doncel guapo. Ese que quisieran todas las mujeres del barrio para casar a sus hijas. Ese modelo de Amor a Cristo. Este año sin sus clásicos claveles salmón. Habrase visto que no debe de haber una floristería en toda España a la que no hayan llamado los cofrades de San Telmo para preguntar si había claveles tan guapos como es el Discípulo Amado. Y el Valle. En su petalada de Rafael Rivero mientras sonaba su plegaria. En su palio de Carrasquilla que es como un poliedro mágico que por muchas vueltas que le des siempre es perfecto. Y en la tarde del Viernes Santo quedó la incógnita dibujada en el cielo jerezano sobre si el palio del Valle es más bello en su delantera o en su trasera. Y todos nos fuimos con la duda tras el paso de la flamenca de manto rojo.

La Soledad

La última estampa que nos dejaba la Semana Santa era la de la Soledad por su calle. La Reina de la Porvera que pasadas las tres de la mañana ya del Sábado iba maravillosa con su maciza cuadrilla de costaleros comandada por Martín Gómez y por un manto recientemente restaurado que en la década de los cincuenta se cosiera en los talleres de Esperanza Elena Caro. La banda del Maestro Dueñas de El Puerto interpretaba en su recogida marchas jerezanas de gran sabor como ‘Cristo de la Viga’ de Francisco Orellana, ‘Candelaria’ de Andrés Muñoz o ‘Desamparo’ de don Germán Álvarez-Beigbeder. El palio, la luz, los que intentan apurar hasta el último momento… todo era perfecto. Y cerraba el marco la voz de Lidia Hernández desde la floristería de los Olmedo. Todo se cerraba en este conjunto maravilloso que hubiera quedado en nada si no hubiese sido por la presencia de la Virgen de la Soledad. Belleza sin igual acariciada por la maravillosa noche que nos regaló el Viernes Santo. Así se cerrará una Semana Santa donde ha habido de todo y donde todo tiene su análisis. Pero esto ya llegará cuando pasen unos días y se haya hecho la digestión cofrade que en determinados momentos ha sido muy pesada.

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