Vienes Santo

Memorable jornada con ciertos aires ministeriales

  • El ministro de Exteriores presidió el Santo Entierro, por delante de las autoridades locales.

Parecía que era ayer cuando estrenábamos la Semana Santa y henos aquí que se acabó lo que se daba. Sin solución de continuidad, quienes hace una semana blandíamos palmas y dábamos hosannas al Hijo de David nos encontramos en el Domingo por antonomasia, el Domingo del gran grito estentóreo de Dios a la humanidad, la Resurrección, acción que manifestó que la conflictiva vida terrena de Jesús había sido divina, que desautorizó las razones del sistema que le había condenado como blasfemo y, a la vez, ofreció el perdón a los verdugos, incluyéndolos en la Resurrección de su víctima. Como digo, hoy es el Domingo con mayúsculas.

Pero para que haya Resurrección tiene que haber antes un Viernes Santo. Y este Viernes Santo en nuestro Jerez no puede definirse con otro calificativo que no sea espectacular en todos los sentidos, el primero de ellos, el meteorológico, con el sol en todo lo alto una temperatura que rayaba lo veraniego, especialmente en las primeras horas de la tarde. Digno broche de oro a una espléndida semana en lo climatológico.

Mucho ambiente y mucha gente por la calle, a pesar del cansancio acumulado de toda una semana, viéndose más ternos y más mantillas que en años anteriores.

A las cuatro en punto de la tarde, bajo un sol de justicia y el mercurio rondando los treinta grados, el cada vez más numeroso cortejo de la Hermandad de la Exaltación, con sus características túnicas blancas y capa y antifaces azules, comenzaba su estación de penitencia hasta la Santa Iglesia Catedral. El genuino sabor a barrio es una de las señas de identidad de la cofradía viñera y bien a gala que lo llevan. Una interminable fila de nazarenos de avanzan buscando la ronda del Pelirón y el centro de la ciudad mientras el Misterio, a las órdenes, un año más, de Manuel Jesús Tristán, y con la Agrupación Musical de la Sentencia, que tocaba un repertorio acorde a lo que de ellos se espera, abandonaba su templo. Tras ellos, la Señora del Barrio, la Concepción Coronada hacía lo propio con Isaac Núñez al martillo y con la Banda Municipal de Villalba del Alcor, que se estrenaba en nuestra ciudad, en el apartado musical, haciendo sonar un repertorio de lo más exquisito. La entrada en Carrera Oficial del Señor de la Exaltación a los sones de las marchas "Recuerdos" y "Orando al cielo" fue sencillamente espectacular.

Del populoso barrio de las Viñas pasamos a San Pedro, en pleno corazón de la Albarizuela, la Hermandad de Loreto es el contrapunto ascético, el contraste silencioso del día en que se conmemora la muerte del Señor: un año más, vuelve a dejar sensaciones de hermandad clásica que inspira recogimiento y que regala sensaciones de buen gusto y de un estilo que va consolidando a pasos agigantados. La rectitud de un cortejo morado, que deseamos que poco a poco vaya siendo más amplio, un paso al que se le gana el máximo y una Virgen que en su forma de vestirla y de presentarla cada Viernes Santo nos sigue proporcionando una estampa de cofradía clásica que afianza sin reparos su propio estilo. La música de capilla y la coral de San Pedro Nolasco fue el complemento perfecto para disfrutar del paso de la hermandad por las calles de su feligresía y de todo Jerez. Igualmente, reseñar la presencia del Ejército del Aire en el cortejo de su Patrona.

Por segundo año consecutivo, fue el Convento de San Francisco donde se encontraron los devotos del Cristo de la Expiración, toda vez que han continuado las obras que se están llevando a cabo en su sede de la Ermita de San Telmo. Un considerable gentío se congrega en la Plaza Esteve a las cinco y media de la tarde esperando a que aparezca el Cristo y su Madre, la Virgen del Valle Coronada, para que acaricien el rostro de un Jerez tan necesitado de buenas noticias. A los acordes, un año más, de la Agrupación Musical San Juan y sobre su ya clásico monte de clavel rojo y sus característicos candelabros tintineantes, el Cristo se hizo presente en el centro de la ciudad portados por treinta y seis cargadores. Tras Él, la figura de San Juan Evangelista, el popular Juanillo, portado por los jóvenes de la Hermandad, cantera de quienes un día llevarán al Cristo sobre sus hombros. Y, por fin, Ella, la Virgen del Valle, sobre su característico palio, en casi eterna simbiosis con la Banda Virgen de Palomares de Trebujena, que no defraudó para nada con su escogido repertorio.

Otro de los grandes focos de atención del día estaba al final de la Porvera, en la Victoria, el antiguo convento de Mínimos, donde la Hermandad de la Soledad, de honda raigambre histórica y devocional en nuestra ciudad, se disponía a realizar su estación de penitencia a partir de las siete y media de la tarde. Muy de destacar es el cada vez más numeroso y ordenado cortejo de nazarenos que tiene esta cofradía. El espectacular del paso de misterio que realizara Luis Ortega Brú, un auténtico retablo ambulante, salía por la puerta de la calle Ponce poco después de las ocho de la tarde, con 48 hombres a la voz, un año más, de Jesús Sánchez Lineros, y acompañados por la Banda de Cornetas y Tambores de la Caridad de nuestra ciudad. Poco tiempo después, y mientras el elegante cortejo morado y negro avanzaba buscando la calle Guadalete y el Mamelón, hacía su aparición la Señora de la Soledad, bellísima como siempre, con treinta almas bajo las trabajaderas que la mecían como una sola a la voz de Martín Gómez y con el acompañamiento musical de la Banda Maestro Dueñas de El Puerto de Santa María. La carrera oficial y, sobre todo, el regreso a su templo por los angostos rincones de Pozuelo, Latorre y Tornería supusieron momentos de éxtasis cofrade para quienes vivimos in situ el paso de la cofradía por dichos puntos.

Y, por fin, la hermandad del Calvario fue un contrapunto excepcional en esta jornada. El mejor epílogo no sólo al Viernes sino también de la Semana Santa en su totalidad. La hermandad tuvo la excelente puesta en escena que nos tiene acostumbrados con el paso de La Piedad, que reinó en unas andas en las que se volvió a ver la estampa del duelo al completo, estampa que sigue engrandeciendo la genuina estética cofrade que se cultiva en esta tierra, aquella que supo rescatar la hermandad y que permanece para mayor fortuna de todos los que apreciamos lo que es auténtico en Jerez y en su patrimonio cofrade. Una fila de negros nazarenos, imagen del luto de un Viernes Santo, y las representaciones de las hermandades y cofradías de nuestra ciudad.

En la representaciones, el primero fue el ministro de Exteriores, el jerezano Alfonso Dastis, con la diputada nacional y ex alcaldesa María José García-Pelayo, el delegado del Gobierno, Antonio Sanz, y el subdelegado Agustín Muñoz. Tras ellos se ubicaron todos los concejales con la alcaldesa al frente. También estuvo el Cabildo Catedral ante la inigualable urna que realizara Juan Laureano de Pina y que contiene el cuerpo del Cristo Yacente, que estrena este año una mesa nueva y la restauración y plateado tanto de los respiraderos como de la peana superior. El acompañamiento musical del Señor ya muerto correspondió por vez primera a la Banda Municipal de Música de Ubrique. Tras la urna, llegaba el momento del clasicismo y del culmen estético que supone el duelo que acompaña a la Señora de la Piedad debajo del palio único e inigualable que bordaran las hermanas Antúnez, acompañada por la música de la Unión Musical Astigitana. A reseñar el estreno de Juan Antonio García Gallego, hijo y digno heredero del recordado Diego García de los Santos "Gorrión", en el martillo de la Señora del Calvario. Y, como les digo cada año, tiempo queda por delante para terminar de saborear esta Semana Santa que se nos ha escapado casi sin darnos cuenta. Y tiempo habrá también, y gentes que se encarguen, de hacer sesudos análisis, contraanálisis, cábalas, estadísticas, conclusiones, exámenes de conciencia, propósitos de enmienda y demás divagaciones sobre la Semana Mayor que acabamos de vivir. Ahora sólo nos queda, a quienes somos creyentes, de vivir y hacer vida que Jesús, el Crucificado, ha Resucitado. Y también, por qué no, de pensar que la cuenta atrás ya está en marcha y que en trescientos cuarenta y cuatro días, el 26 de marzo de 2018, las puertas de la Escuela de San José volverán a abrirse para dar paso a una nueva Semana Santa que, pese a todo lo que hay que corregir, que no es poco, sea tan espectacular como ésta que acabamos de disfrutar.

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