Diario de Pasión

El Valle, solemnemente coronada

  • La ceremonia vivida ayer en la Catedral fue esplendorosa en la cual el obispo coronó a la imagen · La evidencia del mal tiempo impidió que la jornada se rematara con la procesión de vuelta a San Telmo

A las doce y cinco minutos de la mañana monseñor Juan del Río Martín imponía la corona a la Virgen del Valle, instante crucial de la ceremonia vivida ayer en la Catedral que vino a poner el punto y seguido a los actos vinculados a la María Santísima del Valle a la que desde ayer se le añade el 'apellido' de coronada. Fue una eucaristía solemne, bien organizada y muy participada con el templo lleno hasta su último rincón. Fueron casi dos horas de una pontifical presidida por el arzobispo Juan del Río y concelebrada por casi una veintena de sacerdotes. La Virgen en el sencillo altar, no precisamente el que la gente del Cristo quería para Ella, esperaba recibir su corona con una diadema sobre sus sienes y rodeada de rosas y nardos. Un aspecto que ayudó a engrandecer la ceremonia fue el concurso de la Coral y Orquesta Catedralicia , dirigida por un genial Ángel Hortas, con instantes de gran brillantez, como el Ave María de Shubert que cantó una soprano, y con el valor añadido de haber recuperado una misa original de Germán Álvarez Beigbeder que después de 98 años volvía a sonar en un templo jerezano. También todo fue plena de emociones, especialmente para los cofrades de San Telmo, muchos de los cuales no pudieron contener las lágrimas porque se hacía verdad un sueño anhelado y peleado desde hacía más de treinta años. Valió la pena las muchas horas de sueño perdidas o restadas a la familia en estos casi catorce meses desde el anuncio de la coronación, para que al fin pudiera verse a la Virgen tocada con una corona que desde ayer es el signo más explícito de que esta imagen está ya entre las que en la ciudad tienen esta dignidad canónica: Merced, Carmen y Concepción. No se le pueden poner 'peros' a lo que ayer se vivió en el primer templo de la diócesis excepto por el mal tiempo que, pese a estar más que pronosticado, finalmente obligó a los cofrades de San Telmo a aplazar la procesión de regreso para la semana próxima, el sábado a las cinco de la tarde.

Las nubes fueron protagonistas conforme avanzó la mañana hasta que por la tarde se cumplieron las previsiones de una débil lluvia que echaba por tierra cualquier atisbo de esperanza. La misa de coronación se rigió por su ritual en el contexto de una misa dotada de la máxima solemnidad en la que no se descuidó casi nada pese a que los hermanos que se ocuparon de la organización se fueron a descansar casi en la amanecida del día de Todos los Santos, sobre todo a causa de que la saya que estrenaba ayer la Virgen llegó demasiado tarde a las manos del vestidor. Mucho antes de la hora fijada, las once de la mañana, los bancos de la Catedral empezaron a ser ocupados por el público. Un nutrido grupo de hermanos se ocupó de las labores protocolarias situando a cada uno en su zona, quedando poco espacio para el público en general que tuvo la ayuda de dos pantallas a gran tamaño que ofrecieron imágenes de la retransmisión que ofreció Onda Jerez. El ambiente fue el de las grandes solemnidades cofrades. La ocasión mandaba vestir las galas adecuadas con mucho chaqué, mantilla y en la uniformidad de la representación militar y policial invitada. Entre otros estuvo el contra almirante de la Flota, el general de Estado Mayor, Gil Colón, varios representantes de la milicia universitaria de Madrid, Cádiz y Cataluña, la alcaldesa, Pilar Sánchez, acompañada por la delegada de Cultura y Fiestas, Dolores Barroso, junto a otros concejales como García-Pelayo; el comisario de Policía, el decano del colegio de Abogados, el presidente de la Academia de San Dionisio, los pregoneros de la coronación, la madrina, la condesa Zanmoyska, y los padrinos, el Cabildo Catedral, así como hermanos mayores de las cofradías jerezanas y de otras ciudades invitadas expresamente a la pontifical.

Con puntualidad, el órgano de la Catedral dejaba escapar las notas de Cristo de la Expiración a lo que siguió la procesión de entrada con los sacerdotes concelebrantes, la junta de gobierno, la corona y el arzobispo. Tras la celebración de la palabra, Del Río ofreció una inspirada, entrañable y muy cercana homilía que le ofreció la oportunidad de dedicar la coronación a los "más sencillos y humildes de corazón, los que van a San Telmo a verte -dijo mirando al Valle- sin más, para pedirte y rezarte sin importarles quién mande o esté al frente de la hermandad", subrayando también que "la iglesia reconoce hoy, primero, la fe de la gente sencilla de San Telmo, aquellos que a lo largo de los siglos invocaron al Señor de la Expiración, aquél que desafía a la muerte con su vela, amando a su Santísima Madre". El prelado aprovechó para reiterar en su mensaje las lacras sociales y la pobreza, "como la droga o el alcoholismo o esa situación de crisis que sufren las familias", para señalar que "el manto rojo de la Virgen de San Telmo nos recuerda siempre la pobreza". Aludió al valor inmaterial de la corona, "signo del corazón de muchos hombres y mujeres que han dado sus joyas para Ella", porque lo que sale del corazón y del amor no tiene medida. En su homilía, un nombre, el de Juan González, ex hermano mayor de la cofradía que fue director del extinto Secretariado de Hermandades: "que las manos de este indigno sucesor de los apóstoles, cuando la Divina Providencia me encomienda otras labores, no sean las mías sino las de Juan González, a ese hombre bueno y fiel; hombre eclesial, cofrade entregado que sirvió durante tantos años a la Iglesia en Jerez y a sus cofradías. Y con él hago homenaje a tantos hombres que hacen signo de ti en este valle de lágrimas". La homilía dio paso al rito de la coronación con el traslado de la corona, llevada por el hermano mayor, hasta las manos del obispo, instante rematado con el himno de España mientras Del Río se la colocaba a la Virgen. Al final, satisfacción pero mirando al exterior por el tiempo que nadie deseaba. Pero el acto troncal, la coronación, fue el mejor bálsamo para el mal sabor de boca que dejó no poder devolverla a San Telmo por su barrio.

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