Viernes Santo

Un cierre de lujo para una espera de 378 días

  • Uno de los principales puntos de atención estuvo en San Francisco, desde donde El Cristo inició una histórica estación de penitencia. Muchísimo público en las calles, lleno total.

SE acabó lo que se daba. Que sí. Que ya sé que la Semana Santa acabará cuando usted, amigo lector, esté leyendo esta crónica y el Resucitado esté situado en los aledaños del Primer Templo de la Ciudad. Pero, para los que ya peinamos algunas canas, la Semana Santa acaba cuando la Piedad llega al término de la calle Taxdirt. Una Semana Santa, la que finaliza, que ha ido in crescendo, desde los primeros días mirando al cielo y a los móviles hasta el apoteosis final de un Viernes Santo espectacular en todos los sentidos, con mucho ambiente y mucha gente por la calle, a pesar del cansancio acumulado de toda una semana. Vayamos pues y desglosemos por partes lo que supuso esta última jornada de nuestra Semana Mayor.

 

Las cuatro en punto de la tarde eran cuando abrían sus puertas las puertas de la Parroquia de las Viñas, en el populoso barrio del mismo nombre, para que comenzara su estación de penitencia la Hermandad de la Exaltación. El genuino sabor es una de las señas de identidad de la cofradía viñera y bien a gala que lo llevan. La fila de nazarenos de túnicas blancas y capa y antifaces azules avanzan buscando la ronda del Pelirón y el centro de la ciudad mientras el Misterio, que este año estrena el dorado de los respiraderos y un llamador, a las órdenes un año más de Manuel Jesús Tristán, y a los siempre magistrales sones de la Agrupación Musical de la Sentencia, abandonaba su templo y su collación. Tras ellos, la Señora del Barrio, la Concepción Coronada, con una saya color rosa que hacía varios años que no vestía, hacía lo propio con Isaac Núñez al martillo y con la Unión Musical Maestro Eloy García en el apartado musical, haciendo sonar un repertorio de lo más exquisito. La entrada en Carrera Oficial del Señor de la Exaltación a los sones de la marcha “Cristo de la Exalación” fue sencillamente espectacular. 

Del populoso barrio de las Viñas nos vamos a la collación de San Pedro, en pleno corazón de la Albarizuela ¿Qué podemos decir de la Hermandad de Loreto? Loreto es el contrapunto ascético, el contraste silencioso del día: dejó magníficas sensaciones de hermandad clásica que inspira recogimiento y que regala sensaciones de buen gusto y de un estilo que va consolidando a pasos agigantados. La rectitud de un cortejo morado, que deseamos que poco a poco vaya siendo más amplio, un paso al que se le gana el máximo y una Virgen que en su forma de vestirla y de presentarla cada Viernes Santo nos sigue proporcionando una estampa de cofradía clásica que afianza sin reparos su propio estilo. La música de capilla y la coral de San Pedro Nolasco fue el complemento perfecto para disfrutar del paso de la hermandad por las calles de su feligresía y de todo Jerez.

 

El punto de atención del día no estaba este año en San Telmo, la vieja ermita donde las gentes de la mar se encomendaban a su patrón, San Pedro González Telmo, sino en el Convento de San Francisco, de donde este año ha tenido que salir la Hermandad por las obras que se están llevando a cabo en su sede. Una considerable multitud se agolpa en la Plaza Esteve a las cinco y media de la tarde esperando a que aparezca el Cristo y su Madre, la Virgen del Valle Coronada, para que acaricien el rostro de un Jerez muy necesitado de buenas noticias. A los acordes, un año más, de  la Agrupación Musical San Juan y sobre su ya clásico monte de clavel rojo y sus candelabros tintineantes, el Cristo se hizo presente en el centro de la ciudad. Tras Él, la figura de San Juan Evangelista, el popular Juanillo, portado por los jóvenes de la Hermandad, cantera de quienes un día llevarán al Cristo sobre sus hombros. Y, por fin, Ella, la “flamenca del manto rojo” como la piropeó el genial Antonio Gallardo, con la sempiterna Banda de Palomares. La nostalgia de no coger este año de recogida por sus calles de siempre se hizo patente en los hermanos de esta singular y jerezanísima cofradía, si bien el paso por San Miguel y Barja fue simplemente antológico, llena del mejor sabor cofrade de Jerez. 

 

Otro de los grandes focos de atención del día estaba al final de la Porvera, en la Victoria, donde la Hermandad de la Soledad, de honda raigambre histórica y devocional en nuestra ciudad, se disponía a realizar su estación de penitencia a partir de las siete y media de la tarde. Muy de destacar es el numeroso y ordenado cortejo de nazarenos que tiene esta cofradía. El espectacular del paso de misterio que realizara Luis Ortega Brú, un auténtico retablo ambulante, salía por la puerta de la calle Ponce poco después de las ocho de la tarde, con 48 hombres a la voz, un año más, de Jesús Sánchez Lineros, y acompañados por la Banda de Cornetas y Tambores de la Caridad de nuestra ciudad. Poco tiempo después, y mientras el elegante cortejo morado y negro avanzaba buscando la calle Guadalete y el Mamelón, hacía su aparición la Señora de la Soledad, bellísima como siempre, con treinta almas bajo las trabajaderas que la mecían como una sola a la voz de Martín Gómez y los sones, de estreno este año, de la Banda Maestro Dueñas de El Puerto de Santa María. La carrera oficial y, sobre todo, el regreso a su templo por los angostos rincones de Pozuelo, Latorre y Tornería supusieron una especie de éxtasis cofrade para quienes vivimos in situ el paso de la cofradía por dichos puntos.

 

Y, por fin, la hermandad del Calvario fue un contrapunto excepcional en esta jornada. El mejor epílogo no sólo al Viernes sino también de la Semana Santa en su totalidad. La hermandad tuvo la excelente puesta en escena que nos tiene acostumbrados con el paso de La Piedad, que reinó en unas andas en las que se volvió a ver la estampa del duelo al completo, este año con la restauración de la imagen de María Magdalena, estampa que sigue engrandeciendo la genuina estética cofrade que se cultiva en esta tierra, aquella que supo rescatar la hermandad y que permanece para mayor fortuna de todos los que apreciamos lo que es auténtico en Jerez y en su patrimonio cofrade. Una fila de negros nazarenos, imagen del luto de un Viernes Santo, y las representaciones de las Hermandades y Cofradías de nuestra ciudad, el Cabildo Catedral con Monseñor Mazuelos al frente y el Ayuntamiento de la Ciudad, anteceden la inigualable urna que realizara Juan Laureano de Pina y que contiene el cuerpo del Cristo yacente. Como novedad, el acompañamiento por vez primera de la Banda de Cornetas y Tambores de la Buena Muerte de Palencia, que se estrena en nuestra ciudad. Tras la urna, y como acertadamente dicen los versos de Pedro Oteo “escoltándole el sendero / los flamencos de Santiago / arropándola en su duelo, / al Calvario la Piedad sube sola,/  pero menos”. Era el momento del clasicismo y del culmen estético que supone el duelo que acompaña a la Señora de la Piedad dentro del palio único e inigualable que bordaran las hermanas Antúnez, acompañada por la música de la Unión Musical Astigitana, novedad este año en la cofradía del Calvario.

Tiempo queda para hacer los sesudos análisis, contraanálisis, estadísticas, conclusiones, exámenes de conciencia y demás divagaciones sobre la Semana Mayor que acaba de finalizar. Ahora sólo nos queda seguir saboreando estos extraordinarios días que acabamos de vivir, y pensar que, en 378 días, el 10 de abril de 2017, las puertas de la Escuela de San José volverán a abrirse para dar paso a una nueva Semana Santa que, esperamos, sea tan espectacular como ésta que acabamos de disfrutar.

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