Tiempos de cuaresma

Bajo las manos atadas de un Rey que redime a los cautivos

  • El vía crucis organizado con motivo de los 800 años de la orden de la Merced congregó anoche a muchos cofrades y fieles que acompañaron a Nuestro Padre Jesús del Consuelo

Pasaban unos minutos de las nueve de la noche cuando el Señor del Consuelo salió a la plaza de Santa Isabel de Hungría. Era el pórtico basilical de Nuestra Señora de la Merced quien servía como marco para esa memoria que ya no olvidarán los cofrades de la jerezana hermandad del Transporte. El Rey redentor de cautivos, al que tomaron por loco y vistieron con una túnica blanca -signo de disparate en el pueblo hebreo- asomaba a las calles de la feligresía. El cortejo se había desplegado por toda la calle Merced. Muchos hermanos, muchos locos de amor por su Señor del Consuelo y su bendita Madre, la guapa que tallara Sebastián Santos con tez morena. Todos iluminando el camino del piadoso acto del vía crucis que se iba a celebrar por las calles de la feligresía de Santiago. Algo más de doscientos hermanos, entre luz y presidencias. Todos magníficamente colocados en un operación casi de ingeniería por parte de la diputación mayor de gobierno. Conopeo y tintinábulo basilical, estandarte, presidencias donde las manos arrugadas iban a apareciendo conforme se acercaba, recortadas en la noche, la elegante figura del Señor que vestía su túnica de salida, con esos preciosos bordados pasados a tisú de plata por parte de Ildefonso Jiménez.

El Señor del Consuelo, con sus incomparables manos atadas -posiblemente las mejores de toda la baja Andalucía- se erigía sobre una preciosa peana que el equipo de mayordomía había pedido a la hermandad de la patrona de Bornos, Nuestra Señora del Rosario. No desentonaba nada. Parecía que la peana tenía el mismo dorado de los candelabros guardabrisa que sí son los que lleva el paso de misterio de la cofradía. Las potencias mercedarias de plata coronaban su noble cabeza y un exorno de flores que era algo así como muy cuaresmal. Sin desentonar y muy sobrio. Elegante y sin estorbar con lo mejor que la tierra haya podido parir para el Hijo de Dios. Eran rosas muy bien puestas, junto con calas de color púrpura e hipericum rojo que entona perfectamente con la flor del espino.

Las andas, las que cada año portan a la bella Madre que es el centro de la devoción mercedaria. Esa morena de mirada profunda que es la Patrona de todos los jerezanos por la gracia de Dios. El paso era mandado por Manuel Monje y su equipo de capataces. Costaleros que supieron tomar ese 'son', tan complicado a veces, de un paso racheado ciertamente elegante y que supieron marcar a un compás idóneo para el avance del Rey de Reyes. Destacar el buen gusto de los faldones de damasco que mantiene el paso de la Patrona y que fueron puestos para este acto en un tiempo cuaresmal en el que los tonos blancos quedan un tanto guardados a la espera de la Resurrección de Cristo.

Las estaciones se fueron sucediendo. En la fuente de Santiago leyeron los cofrades de la Misión; en la calle Justicia, esa otra cofradía tan mercedaria -aunque pueda parecer inverosímil- como es la de los Judíos de San Mateo, más allá la Veracruz o el Amor. Y así se fueron sucediendo las distintas paradas hasta llegar a Santiago. Lugar donde la capilla de San Pedro Nolasco para que tomara el testigo la polifónica de San Dionisio. Y posteriormente la intervención de la agrupación musical San Juan que tras sus cuarenta años de música quisieron estar presentes.

La emoción iba subiendo por momentos entre las presidencias ante lo solemne del acto y la elegancia del acto religioso. La emoción contenida de cofrades como Paco González, Pepe Martín, Paco Muñoz, Miguel Rodríguez, Paco Pacheco, Fernando Martín, Antonio Sampalo, Juan Manuel Cauqui y un sin fin de cofrades que respiran por los poros de su ser una túnica blanca mercedaria de Domingo de Ramos por los cuatro costados.

A la hora del cierre de esta edición todo estaba preparado para el encuentro entre dos cautivos que dan rumbo y elegancia -que diría Pemán- en la iglesia de Santiago. Prendimiento y Consuelo en un momento que sería captado por gran cantidad de fotógrafos. Y sonó la saeta de Luis el Zambo para despedir al Señor que ya se encaminaba hacia la Merced.

La comunidad mercedaria bien puede quedar satisfecha de la 'grey' que gobierna. El padre Ortuno Marchante presidía el vía crucis. Y en el fondo de su mirada se denotaba el convencimiento de que en esta ciudad bien podrán pasar otros ocho siglos más de gloria a Cristo y a su bendita Madre de la Merced. Pese a las dificultades y a las singularidades del carácter del jerezano, padre Felipe.

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