prendimiento

Unas manos atadas a la pureza de Santiago

  • La hermandad del Prendimiento volvió a salir desde su sede canónica después de doce años de vida en el asilo San José

Treinta minutos, treinta, fue el tiempo que la hermandad del Prendimiento le regaló a Jerez para disfrutar un poco más del Rey de Santiago. Treinta minutos -salió a las seis y media de la tarde- para que el Señor visitara los tuétanos de su barrio. Para que se internara por las calles Nueva, Cantarería o Armas de Santiago. Un seguimiento que la cofradía piensa hacer tradicional porque no se entiende al Prendimiento sin su barrio y sus calles más puras.

Largas filas de nazarenos volvían a salir después de algo más de una década desde el templo parroquial. Por fin llegó ese Miércoles Santo tan esperado por sus cofrades. Un templo cosido a las manos del Señor y una cofradía hecha para este templo que, afortunadamente, se recuperó para Jerez y su historia.

Este año, el palio llevó la peana y los candelabros de cola restaurados

Algunos minutos después, el magnífico paso de misterio que tallara Manuel Guzmán Bejarano en la década de los ochenta, dejaba ver sus maniguetas por el dintel de la puerta principal del templo. Sonaban los sones de la marcha real y el Señor volvía a estar en la calle asomando su mirada perdida por el angostillo. Llevaba sus potencias doradas, restauradas junto a los dos juegos que también posee la hermandad, y la maravillosa túnica que ya forma parte del ideario de cada jerezano al poder verla, cada día del resto del año, en el azulejo de la plaza del barrio. Precioso el exorno del Señor con rosas rojas que se extendía como alfombra de su bendita pisada.

A partir de ahí, llegó la entrega de su gente. Los 'vivas' a su Rey, las saetas más sentidas, los piropos sinceros de un barrio gitano que no se cambia por nadie, y menos en la tarde del Miércoles Santo.

Tras el Señor, los tramos de cera del paso de palio no se hicieron esperar. Eran algo así como cerca setecientos hermanos -costaleros y monaguillos incluidos- quienes hicieron estación de penitencia con la cofradía.

Y finalmente, la Virgen del Desamparo. Un palio de Elena Caro que es una joya y que la hermandad va poco a poco restaurando -jamás se puede perder tanta hermosura en su conjunto-. Este año, la Santísima Virgen llevaba la peana y los candelabros de cola como si fueran de estreno. Restaurados y puesto a punto para unas décadas más. Y la Virgen. El bello rostro moreno de la Señora de los cofrades rojiblancos que recobró más hermosura, si cabe, cuando los primeros rayos de sol se reflejaron en su bella estampa. Todo un primor.

El exorno floral no desentonaba y destacaban entre el rojo de su paso. Rosas achampanadas y cymbidium junto con flor de cera y minoclaudio con jacintos. Un conjunto que ofrece el milagro de acompañar a la Madre del Dios más guapo del barrio.

La cofradía fue poco a poco avanzando hasta llegar a la carrera oficial cuando el crepúsculo se va haciendo presente. Y en la Catedral jerezana se llegó a hacer la estación de penitencia de la que tanto soñaban sus hermanos. Desde Santiago al Salvador. Para comenzar una vuelta que es un sueño restaurado.

A partir de ahí, lució la cofradía por rincones tan bellos como Carpintería Baja o la misma Tornería. Para llegar a esa vuelta mágica que es la llegada de la hermandad a la Porvera, lugar por donde comienzan a brotar las saetas de cada devoto y de cada sentimiento.

Saetas que sonarían como oraciones gitanas brotadas del corazón. Una noche para enmarcarla. Una recogida en la que se volvía a cumplir la tradición. El Prendimiento y su Madre del Desamparo, volvían a su templo de Santiago. Ya no hay sedes accidentales. La tradición volvió a cumplir y reunirse consigo misma.

El Prendimiento es otra historia. Atada como sus benditas manos, a los muros del histórico templo de Santiago. Por siempre.

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