Llegamos al ecuador de la Cuaresma más extraña jamás vivida. Tercer domingo del tiempo de preparación y mucha actividad en las cofrades jerezanas. Un buen número de ellas celebraban sus funciones principales de instituto mientras que otras acercaban a sus sagrados titulares a los fieles en funciones solemnes de veneración.
En San Mateo estaba el Santísimo Cristo de la Caridad junto a su Madre de Penas y Lágrimas. La hermandad de Santa Marta acogía, con mucho control de entrada y salida del público, hasta dos actos de veneración. Algo más abajo, en Picadueñas, la Virgen del Silencio de la Misión Redentora esperaba a sus devotos.
El Señor de Humildad y Paciencia también estuvo expuesto a la veneración de los fieles. La plaza de las Angustias volvió a ser pulmón de muchos cofrades que se acercaron hasta esta imagen antiquísima que recibe culto por parte de la cofradía de origen trinitario.
Y en La Granja, la Señora de las Mercedes que esculpiera Francisco Romero Zafra. Una imagen guapa, joven y muy apropiada para la cofradía del barrio de La Granja. Y no por estar más lejos, los cofrades dejaron de ir la parroquia recibió durante el día a un buen número de devotos de la Santísima Virgen.
Y el Santísimo Cristo de la Viga. Allá en la Catedral, la imagen de Cristo Crucificado se alzaba como un estandarte. Un referente a quien seguir. El conocido como ‘gótico doliente’ que tantas oraciones a acogido a lo largo de sus más de cinco siglos de estancia en la ciudad. Una maravilla a la que siempre el pueblo de Jerez recurrirá como un lenitivo. Esa medicina que volverá a surtir vida a pesar de su muerte serena. Esa medicina que tanto necesita en tiempos de pandemia este mundo actual.
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