La crónica del Sevilla-Alavés

El VAR, el agua y al final el orgullo... (2-2)

  • El Sevilla rescata al final un punto con un gol de Rakitic después de un partido con un cúmulo de circunstancias en contra, algunas de ellas también endógenas y provocadas por sus errores

  • El balón dejó de rodar con normalidad tras el descanso

  • Galería gráfica del partido

Ocampos, autor del primer gol, trata de evitar los charcos en el Ramón Sánchez-Pizjuán.

Ocampos, autor del primer gol, trata de evitar los charcos en el Ramón Sánchez-Pizjuán. / Antonio Pizarro

Dato objetivo, el Sevilla sufre un frenazo inesperado en su trayectoria, en su pelea por las cimas más altas del campeonato liguero. Empatar contra el Alavés no estaba en los planes iniciales de ninguno de sus aficionados por más que Julen Lopetegui tuviera razón al apuntar que era el conjunto que más puntos había sumado en el último mes. Hasta aquí, lo que tiene que ver con la teoría, porque después llega la práctica y los blancos tuvieron mil inconvenientes antes de festejar, con toda la razón, ese punto adicionado en el minuto 92 cuando ya parecía absolutamente imposible que eso aconteciera.

¿Inconvenientes? Pero si al fin y al cabo fue sólo un partido de fútbol de los muchos que tienen lugar a lo largo de cualquier torneo por sistema de Liga y con meses de diferentes circunstancias climatológicas. Eso no deja de ser cierto, pero la montaña se fue empinando para el Sevilla hasta convertirse en el pico más mítico, digamos el Tourmalet mismo. Un gol recibido en el minuto 5 para colocarlo en el debe con inmediatez, la reacción para ir superando las circunstancias y empatar a través de Ocampos y llega un elemento exógeno que ya conviene ser revisado con otros ojos.

Minuto 46, después de dar uno solo de prolongación pese a que el  juego se había interrumpido constantemente y el árbitro novato, Muñiz Ruiz, decreta una falta inexistente de Koundé. La lanza Toni Moya y el balón da entre la cabeza de Ocampos y su brazo para protegerse la cabeza, nunca abierto de forma antinatural. El árbitro, que lo ve frontal, decreta córner, pero en el VAR está González González, una vez más González González, que ni siquiera desaparece después de retirado para volver a ser la cruz del Sevilla, y éste le aconseja que acuda al monitor.

Los sevillistas no se lo creen, juran en arameo, pero todo acaba en el punto de penalti cuando minutos antes ni siquiera ha sido objeto de revisión una acción de judo de Laguardia con Rafa Mir. Gol de Joselu tras pasar el balón por debajo del cuerpo de Bono y otra vez los blanquiazules con ventaja cuando se llega al intermedio.

En ese instante, además, empieza a llover como si no hubiera un mañana y fuera necesario acabar con la sequía acumulada en apenas media hora. El Sevilla, lógicamente, se ve afectado por otro factor que tendrá mucho que ver con el desarrollo del juego, pues la pelota empieza a quedarse parada en un césped que no tiene capacidad para desaguar tanto en tanto poco tiempo.

Después de estas dos, el VAR y el aguacero, que nada tienen que ver con ellos, vuelve a aparecer otra decisión para situar en el debe de los sevillistas. Julen Lopetegui, una vez más, quiere arreglarlo todo a las bravas pese a que los suyos habían ido cogiéndole el tono al partido y habían sido capaces de imponerse a las circunstancias pese a ese penalti tan discutido. Dos cambios a la salida de los vestuarios, uno de ellos de lo más extraño si se tiene en cuenta que el estado del campo ya exige colgar balones y altura, pero lo cierto es que Augustinsson y un clarividente Óliver Torres se quedan fuera para que ingresen Rakitic y Suso, algo que no se entiende muy bien cuando el balón no puede ser desplazado a ras de hierba.

Minutos más tarde llega una sustitución más lógica al ingresar Munir por Idrissi, lo que posibilita la opción de meter dos delanteros y tener más capacidad para agarrar algún rechazo. Pero estas espirales de locura del entrenador vasco, de ansiedad pura, suelen tener castigos adicionales y la musculatura de Suso se rompe de nuevo para que las sustituciones sean agotadas en el minuto 67, algo que era bastante osado a la vista del agua acumulada sobre el césped.

Laguardia remata en solitario el cero a uno en una de las acciones en el debe de los sevillistas. Laguardia remata en solitario el cero a uno en una de las acciones en el debe de los sevillistas.

Laguardia remata en solitario el cero a uno en una de las acciones en el debe de los sevillistas. / Antonio Pizarro

El Sevilla intentaba jugar como siempre, con la posesión, cuando el campo exigía cada vez más balones bombeados para acercarse al menos al gol. Pacheco le salvó un remate en plancha a Diego Carlos (51’), Ocampos tuvo un bote pronto que se le fue por muy poco (72’), también Rafa Mir le pegó tras un rechazo muy cerca de la escuadra (76’) y después Rakitic no aprovechó una dejada de Munir (83’). Por medio, además, el VAR no estima conveniente revisar una mano clarísima de Tomás Pina dentro del área del Alavés, mucho más flagrante de la decretada semanas antes a Fernando en Palma de Mallorca e incluso menos dudosa que el penalti de Ocampos.

Pero ahí sí surgió el orgullo del Sevilla, pese a que el Alavés también tuvo el 1-3 en un par de ocasiones, y los nervionenses no se dieron por vencido a pesar de todas las cosas que le habían salido cruz en el lanzamiento de la moneda. Un centro de Koundé se envenenó para que Rakitic materializara el empate dentro del tiempo de una corta prolongación e incluso Munir tuvo el 3-2 en la última acción del juego, pero su cabezazo lo salvó Pacheco justo en la línea de gol en una circunstancia que también parecía dudosa, aunque en este caso sí parece que tuvieron razón el novato Muñiz Ruiz y el siempre cercano a la prevaricación González González.

Todo quedaba finalmente en las tablas y el Sevilla se quejaba al unísono a la persona de Muñiz Ruiz, pero la realidad es que el orgullo de los nervionenses, ese espíritu de lucha para no darse por vencidos a pesar de los golpes que habían recibido de forma endógena y también exógena, les había servido para salvar un punto que puede tener un enorme peso en el futuro. A partir de ahí es cuestión de analizar las circunstancias que están en el debe para tratar de solventarlas, pero el Sevilla no perdió, empató.

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