Sevilla - levante · La Crónica

Una faena de silencio (0-0)

  • El Sevilla no pasa de un empate contra el Levante en un partido que no supo llevar a su terreno. La falta de recursos arriba de los blanquirrojos fue digna de análisis profundo.

Partido plano del Sevilla y lógico empate a nada contra un Levante que tiene claro que salta al campo con un punto en su haber y le basta con defenderlo para sentirse satisfecho y feliz. Pero esto contrasta con la actitud de un conjunto sevillista incapaz de soltar amarras en ningún momento, de meterle una marcha más para desequilibrar las cosas. El problema es que se observa el rendimiento de determinados futbolistas, léase Babá por ejemplo, y cabe cuestionarse sobre cómo Martins llega procedente del paro, o al menos así se argumentó para hacerle una ficha fuera de plazo, y el senegalés de los nervionenses tuvo un coste de 3,5 millones de euros, según las cifras oficiales.

Por supuesto que sería exagerado personalizar exclusivamente esta decepción para todos los seguidores de la fe blanquirroja, aunque no se sabe muy bien si será para todos, en Babá. Lo es desde el mismo momento en el que el resto de sus compañeros tampoco hicieron mucho para romper esa dinámica lenta y aburrida en la que se desarrolló el juego desde el minuto 1 hasta los diez últimos, pero sí tiene un ligero matiz esa apelación a la justicia en el juicio de valor. Y es que en un partido como el de ayer es fundamental aprovechar la única ocasión de gol que se pueda presentar y Babá ni se acercó a ello.

Un disparo franco tras un rebote en el larguero después de un lanzamiento de Campaña, el balón, usando la terminología más popular, cae a huevo y casi ningún contrario atosigando alrededor... Todo a favor, pues, para que el delantero que entró de recambio se hubiera llevado todos los honores de un triunfo en Nervión. En absoluto, el golpeo de Babá, como la conducción de la pelota que tuvo en La Romareda contra el Zaragoza, fue infame y la grada, pero mucho más arriba del banco de pista, fue quien recibió el esférico. Corría el minuto 84 del encuentro y se había esfumado una de las únicas oportunidades que se le presentaron a este Sevilla tan previsible para derrotar a un Levante al que le bastó con defenderse con orden.

Porque ahí surge el siguiente elemento de análisis. ¿Cómo un equipo fabricado por una dirección deportiva de postín con dinero, mucho o poco, eso es cuestión de criterios, es incapaz de imponerse en el juego a otro que está confeccionado con retales, con futbolistas con carta de libertad y escaso costo? Ojo, quien ofrece esta manera de observar este Sevilla-Levante es consciente de la situación del equipo valenciano, sabe que se clasificó en la pasada temporada para jugar la Liga Europa y le da el valor futbolístico que tienen los Ballesteros y compañía. 

Pero en ese caso algo está fallando cuando el Sevilla se lleva más de noventa minutos pasándose el balón de un lugar a otro sin ser capaz de atosigar al Levante. Que el fútbol tiene sorpresas, que el rival, por muy endeble que sea, siempre te puede pillar en una contra y llevarse incluso los tres puntos, por supuesto que sí, pero el juego del Sevilla fue tan previsible en todo momento que es fácil buscar un fallo estructural más que puntual.

Porque Míchel salió al campo con lo mejor que dispone en su plantilla en estos momentos. Se exceptúa la posibilidad de Cala por su capacidad para sorprender a balón parado, algún extremo zurdo y sobre el césped estaban todos los hombres importantes del elenco de futbolistas blanquirrojos. Palop, Cicinho, Spahic, Fernando Navarro, Maduro, Medel, Rakitic, Jesús Navas, Negredo... Todos, incluido Reyes en el segundo periodo, eran alineados por el técnico madrileño, aunque después del juego desarrollado siempre se eche de menos precisamente a los que no estuvieron, pues ellos no pueden ser cargados de la responsabilidad de semejante imagen. Es decir, que algo falla en las estructuras.

Claro que ahora será fácil agarrarse a las estadísticas, a que la posesión del balón siempre fue sevillista, a que el rival jamás dejó jugar, a que el Levante se conformó con esperar atrás. Evidentemente que sí, pero qué se puede esperar de un equipo con tantos veteranos y futbolistas de escaso, o nulo, coste. El problema es lo que se debe exigir a quienes llegaron al Sevilla por la vía de fuertes inversiones y fueron incapaces de meterle una marcha más al juego para haber agobiado siquiera a un adversario que se encerraba en su área con una comodidad desesperante para todos los que querían que el Sevilla sumara los tres puntos.

Eso era imposible que sucediera con la parsimonia en el movimiento del balón, con la soledad de un Negredo que siempre se veía en inferioridad ante la zaga levantinista sin tener el más mínimo apoyo para sobrepasarla. El Sevilla se podía llevar tres partidos jugando así que sólo podía esperar a que un rebote le favoreciera en alguna acción puntual. Lo hizo cuando le cayó a Babá, también después a Medel para ser más exactos, y en ambas ocasiones la pelota acabó por encima del larguero de Munúa. Aunque no sea comparable la dificultad de ambas acciones, pues Babá sí lo tenía franco para marcar, el Sevilla jugó a esperar ese momento y no tuvo la calidad para acertar cuando se le presentó. En el argot taurino, una faena de silencio, como el que hubo en la grada.

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