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El fútbol exige cabeza

  • Tropezón El Sevilla pone punto final a su buena marcha porque no utilizó la testa ante el Racing ni para despejar ni, sobre todo, para pensar Asedio Jiménez se empeñó en meter delanteros sin mucho sentido

Duro revés para el Sevilla. El cuadro de Manolo Jiménez cayó de manera incuestionable frente a un Racing que estuvo con diez futbolistas durante una hora de partido. Lo hizo por una razón muy sencilla y que admite un doble sentido, por carecer de cabeza, algo que en el fútbol es sencillamente indispensable. ¿Por qué un doble sentido? Sencillo, por el aspecto meramente físico, ya que los blanquirrojos fueron incapaces de defender por arriba al gigante Zigic, y, sobre todo, por la ausencia absoluta de inteligencia y de concentración para poder reconducir una situación que se había complicado muy pronto.

El fútbol exige cabeza, por tanto, en lo que tiene que ver con la concentración, con disputar los partidos con los cinco sentidos puestos en ello. Todo lo que no sea eso es sinónimo de dificultades y esta cita frente al Racing llegaba emparedada entre dos encuentros de los que señalan los futbolistas en rojo en su hoja de ruta. La eliminatoria contra el Valencia es una golosina y tal vez tuviera mucho que ver con la imagen de impotencia que dieron ayer los nervionenses. Sin ese pensamiento único en la pelea con los cántabros, todo devino en una pérdida de inteligencia tanto por parte de los que se habían vestido de corto como procedente del propio banquillo.

Porque Jiménez tampoco supo entender bien las exigencias del partido. Con 0-1 en el marcador y con un hombre más, optó por la solución más primitiva, por acumular hombres arriba sin que existiera la más mínima coordinación para buscar las otras vías, léase las penetraciones por las bandas y la pelea por los balones que quedaban sueltos en los rechaces. Cierto que el 0-2 llegó muy pronto tras el descanso y que eso siempre conduce a la ansiedad, pero el plan pecaba de falta de estrategia, pues los rechaces difícilmente caían en los pies de los sevillistas, ya que éstos ocupaban de manera exclusiva el área y se olvidaban completamente de la periferia, de donde se genera realmente el peligro cuando un adversario ya está aculado en torno a su guardameta.

Pero la ansiedad fue aumentando incluso y las decisiones procedentes del banquillo en lugar de ayudar a equilibrar algo más al equipo, a que éste se sintiera fuerte a partir de tener las espaldas protegidas, condujeron a que todo se convirtiera en un asedio sin sentido. Después del ingreso de Chevantón, que fue quien se ubicó en una banda en lugar de meter en esos costados a Kanoute para que éste pudiera sorprender por ahí, la siguiente sustitución fue la salida de Pukki por Maresca. El Sevilla atacaba, literalmente, con cuatro delanteros por medio y sólo Diego Capel tratando de penetrar por las bandas. El Racing lo tuvo muy fácil para defender y sólo sufrió en algún rebote concreto como el que le llegó al delantero finlandés.

El Sevilla, en definitiva, estaba atascado y tampoco su entrenador hacía mucho por sacarlo de ese aprieto. Tanto es así que hay que esperar hasta el minuto 86 del encuentro para que se produzca la primera jugada en la que los sevillistas cumplían con lo que exigía la situación. Varios toques rápidos del balón sirvieron para desequilibrar a la defensa del Racing y para que la pelota llegara hasta Chevantón en un costado. El centro de éste, raso, no fue rematado a gol por muy poquito por Luis Fabiano. El resultado, cierto, fue el mismo que en las anteriores ocasiones, pero esta vez sí quedó clara la manera en la que el cuadro rival habría padecido para mantener su puerta a cero.

El problema fue que el Sevilla tardó mucho tiempo en darse cuenta de ello. La falta de cabeza. Ni siquiera sirvió que Jiménez, entre otras cosas porque no puede, no reservara a ninguno de sus elementos importantes y que transmitiera desde del arranque que no había que pensar en el Valencia sino en el Racing. En el equipo inicial estaban todos, desde Palop hasta Luis Fabiano pasando por Kanoute. Sólo se echaba en falta, y vaya si se notó, al extremo Jesús Navas, aunque éste no jugó por la lesión que padece en la zona del abdomen.

En el arranque del encuentro, el Racing sí concedió opciones para la estrategia. Sus faltas en el borde del área fueron numerosas, pero los blanquirrojos, como casi siempre, son nulos en este apartado tan básico del fútbol moderno. Esta vez le tocaba ser ejecutor a Romaric y el costamarfileño, con la excepción de un disparo fortísimo que repelió Toño, mostró unas carencias enormes como ejecutor de ese juego a balón parado. Ni siquiera asustó al rival, algo que sí hizo a lo grande Munitis, que conectó con Zigic a la primera. Y a la segunda para que el Racing tuviera el 0-2 nada más reanudarse el encuentro en la segunda mitad.

Por medio, había sido expulsado Óscar Serrano y eso pareció despejar el horizonte para el Sevilla. Pero nada más lejos de la realidad, la cabeza estaba en otro sitio en la noche de ayer y ni sirvió para despejar ni para pensar.

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