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'Chemsex': sexo, drogas y soledad

  • Los expertos advierten que la práctica de mezclar sustancias estupefacientes y relaciones sexuales, extendida entre muchos jóvenes, está incrementando los casos de sida, hepatitis y sífilis

El sentimiento de aislamiento y una soledad infinita aparecen como telón de fondo de muchos jóvenes que abrazan la peligrosa práctica del chemsex, en el que drogas y sexo, mayoritariamente entre hombres, se mezclan durante horas sin ningún control, y los impactos en su estado físico y mental comienzan a advertirse como un problema de salud pública, como se puso de manifiesto en un seminario sobre el tema.

En el chemsex o sexdopaje, como aconseja llamarlo la Fundéu, se combinan diferentes drogas muy potentes como las metanfetaminas o crystal meth; el GHB o éxtasis líquido (gina en jerga) y la mefedrona (mefe o miaow), que se consumen por vía oral, intravenosa o esnifada. A veces suelen ir acompañados de otras drogas o estimulantes como la cocaína, popper y/o viagra.

El sexdopaje se suele practicar en casas particulares, y para acceder a estas quedadas, que pueden durar horas y días, se utilizan aplicaciones móviles de contacto como Grindr, Wapo o Scruff.

Sentirse sexualmente más liberado y la sensación de superar problemas de intimidad, vergüenza o pudor sexual; hacer frente al estigma relacionado con el VIH y la hepatitis C; responder a la propia homofobia interiorizada; además querer disfrutar de mejor sexo y durante más tiempo, son algunas de las razones que llevan a esta práctica, explican en la ONG Apoyo Positivo.

También están detrás la soledad, la búsqueda de pertenecer a un grupo, de ser aceptado por otros, de afirmación sexual, el "porque todo el mundo lo hace", porque es un gancho en el mundo 2.0 y por la influencia del entorno o grupo.

Pero el chemsex, señala el doctor José Luis Blanco, del Clinic de Barcelona, puede practicarlo también una persona sola con su ordenador y una pipa de cristal teniendo sexo on line o parejas que quieren experimentar nuevas sensaciones.

Según este especialista en enfermedades infecciosas, uno de los grandes riesgos es que no se perciben como adictos; hay pacientes que tenían una vida completamente normal y a raíz del chemsex desarrollan "un trastorno psicótico o debutan con un cuadro esquizofrénico", además de poner en peligro su salud física.

De hecho, el aumento de infecciones de VIH y otras enfermedades como la hepatitis C o incluso la sífilis es la principal preocupación de las autoridades sanitarias respecto de esta práctica.

El fenómeno, coinciden todos, está aumentando especialmente en las grandes ciudades, como Madrid, Barcelona o Valencia, y también se da en Málaga.

Los datos ofrecidos en el seminario apuntan a que el perfil de quien practica el sexdopaje en España es el de un hombre autóctono (71,6%); homosexual (96,1%); sin pareja (61,1%) y que vive en grandes urbes como Madrid (46,9%) o Barcelona (42,2%), su edad ronda los 35 años y tiene estudios universitarios.

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