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Clece, la apuesta por las personas como el camino más directo a la igualdad

  • Taladros o destornilladores son las herramientas de trabajo de Lydia Navarro y Raquel Pinto, dos técnicos de mantenimiento que hacen su día a día en un sector tradicionalmente maculino

Raquel Pinto y Lydia Navarro, técnicos de mantenimiento de Clece.

Raquel Pinto y Lydia Navarro, técnicos de mantenimiento de Clece.

Seguramente habrán visto alguna vez una de esas pruebas en las que una persona de coloca una venda en los ojos y saborea, huele o toca algún producto y, al quitársela, se lleva la sorpresa de que aquello que saboreó, olió o tocó no es lo que esperaría si lo hubiera visto. Esta puede ser la mejor descripción, o al menos una muy gráfica, de cómo los prejuicios pueden condicionar las decisiones que se toman. Hacerlo a ciegas es fácil. Lograrlo con los ojos bien abiertos ya es otra cosa, pero la recompensa es mayor al saber que la decisión ha sido un acierto. Desprenderse de un filtro siempre resulta en un gran descubrimiento. En la empresa de servicios Clece decidieron hace años que el sexo no debía condicionar la contratación o la promoción de sus empleados, ya que lo que importan son las personas, su cualificación o sus habilidades ante el puesto. Obviar todo prejuicio ante el género, sea cual sea el trabajo que deba desempeñar el candidato o la candidata, termina siendo un acierto. Por eso los técnicos de mantenimiento, en Clece, son también mujeres.

Hace diez años que Lydia Navarro Becerra forma parte del equipo de mantenimiento de los juzgados de Sevilla, que gestiona Clece. Allí hace “de todo”, asegura, desde tareas de prevención hasta la reparación de una cisterna o un de una silla. Taladro, destornilladores o llaves en mano, en una década “no me he encontrado nunca con ningún obstáculo” en un trabajo que tradicionalmente se ha considerado masculino: “jamás un compañero me ha tratado diferente por ser una mujer”, confiesa, “más bien al contrario, siempre han procurado aprender conmigo o enseñarme”. Aunque es cierto que aún hay quien se sorprende de verla en ese puesto, sabe que al final es su trabajo, hacerlo y bien, es su mejor forma de demostrar que no hay trabajos para hombres. Sabe, además, que en Clece “nos cuidan mucho” y por eso asegura que su experiencia en la empresa es “extraordinaria”.

También Raquel Pinto Correa tiene claro que su empresa es un buen sitio en el que trabajar y promocionar. Lleva 19 años trabajando en mantenimiento, desde 2001 en que completó su formación, y por eso asegura que ha visto “de todo”, pero nunca “nada grave, si acaso algún detalle en el que se ve que aún hay ciertos prejuicios con respecto a lo que podemos hacer las mujeres, por ejemplo que alguien me diga que tenga cuidado con la escalera, no me vaya a caer”, una frase que, probablemente, nunca dirigirían a un hombre. Al fin y al cabo, proclama, “con el tiempo se ha demostrado, hemos demostrado, que sí que se puede hacer de todo, cualquier trabajo, independientemente del que sea, seas un hombre o una mujer” porque “los límites los ponemos nosotras mismas”. Con tres hijos, su vida familiar convive sin muchos problemas con la profesional, y eso a pesar de que el convenio en que se desarrolla su actividad, el del metal, no contempla prácticamente ninguna medida de conciliación: “fíjate que ni siquiera existen días para poder llevar a un hijo al médico”, por la sencilla razón de que es un convenio pensado para hombres “y que supuestamente los hombres no son los que llevan al niño al médico”. Afortundamente, nunca tuvo problemas con eso, menos aún desde que trabaja en Clece, donde “se comportan genial con todos nosotros” independientemente de cuál sea su sexo.

Son dos ejemplos. Dos personas. Dos mujeres con capacidades únicas para lo que hacen. Con habilidades, formación, experiencia y cualificación para ocupar un cargo o un puesto técnico al que puede que no hubieran aspirado de mediar ese ‘filtro’, esos prejuicios que empresas como Clece han querido y han sabido quitarse de en medio para abrirse a un mundo mayor de posibilidades, para encontrar con más facilidad a la persona idónea para cada trabajo, sin importar nada más.