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Agrupapulpí, cuarenta años trabajando por el desarrollo del Levante español

  • La empresa pulpileña fue fundada en 1981 por un grupo de diez socios que profesionalizaron el agro de la zona

Agrupapulpí, cuatro décadas dedicadas al campo.

Agrupapulpí, cuatro décadas dedicadas al campo.

Santo y seña del desarrollo de una industria que hoy día se ha convertido en un referente para el Levante Almeriense y que también es modelo para el resto del mundo. La empresa Agrupapulpí cumple este 2021 los 40 años desde su fundación, aunque su historia comenzó mucho antes.

Eran los años setenta cuando, en el municipio de Pulpí apenas se había desarrollado la agricultura y lo poco que había era de manera muy diseminada, sin ninguna especialización concreta y produciendo de todo tipo de hortalizas, un grupo de diez personas relacionadas con la agricultura, algunos 100% agricultores y otros comerciantes, se marcaron el objetivo de que ese producto disperso que había por los campos tuviera una estructura para ser comercializado y que no quedara localizado o para consumo propio. Así, si venía un comprador de otra provincia española con su camión no tenía que acudir a todas y cada una de las fincas en búsqueda cosecha.

Estos señores trabajaron para organizar y establecer un lugar donde llevar el producto para ordenar la venta, además de darle facilidad a los clientes interesados a fin de facilitar y fomentar el negocio.Y lo consiguieron. Le dieron una salida ordenada al producto de un grupo de agricultores muy pequeños organizando el producto en una pequeña nave instalada en la Carretera de Terreros, kilómetro 0,7. Esa fue la semilla de lo que vendría poco después.

Con carácter eminentemente familiar, filosofía que se mantiene hoy día y que es absolutamente innegociable pese a su enorme proyección de hoy día, hubo un punto de inflexión que provocó el asentamiento y el crecimiento definitivo: el agua. La llegada del trasvase Tajo-Segura supuso, sin duda, un antes y un después, y que llegara en 1979, dos años antes de la fundación de la empresa que hoy conocemos. Se pasó del pequeño agricultor a esa profesionalización de una economía agraria que cada año alcanzaba mayor empaque y estructura, sobre todo a través de la plantación de nuevas tierras de cultivo dada la posibilidad de contar con más recursos hídricos.

Rodrigo Soler, director General de Agrupapulpí. Rodrigo Soler, director General de Agrupapulpí.

Rodrigo Soler, director General de Agrupapulpí. / Javier Alonso (Pulpí)

Ese fue el impulso definitivo para esa decena emprendedores, encabezado Francisco Belmonte Navarro ‘Frasquito’, comerciante, ganadero y agricultor, quien a la postre fue una pieza esencial, y Bartolomé Soler Coronado, crearan Agrupapulpí.

En este momento de expansión, las hortalizas que se cultivaban como el tomate, el pepino o el pimiento mayoritariamente, tenían la competencia de una zona muy prolífica y próxima como eran los municipios murcianos de Mazarrón y Águilas, en la costa, algo con lo que se convivió hasta 1986, un momento en el que se palpó una pequeña crisis a raíz de que bajara el número de agricultores productores que proveían al negocio y los clientes optaban más por acudir a estos otros proveedores.

“Ahí, ‘Frasquito’ compró la participación a algunos de los socios que en ese momento habían perdido las expectativas de crecimiento y adquirió el 70% de la firma. Como socio mayoritario, le dio un profundo cambio al concepto del negocio y optó por en lugar de depender 100% de los agricultores que llevaban el producto, sería la propia empresa la que produciría. Así, podía dar una continuidad a los clientes para que no les faltara nunca producto, y por tanto, una garantía”., explica Rodrigo Soler, director General de Agrupapulpí, quien recuerda como vivió aquella época siendo un niño, puesto que su padre, Bartolomé Soler, era uno de los socios.

Esta programación de los cultivos fue clave, y fue un modelo que convivió durante unos años más con el que habían nacido.

Era ya el año 1991 cuando llegaba el tercer gran cambio para esta empresa que ha sabido adaptarse y crear riqueza en un municipio que décadas antes estaba asolado por la emigración de sus vecinos, quienes encontraron volvieron para enrolarse en el sector a través de Agrupapulpí. Ya en esta década, con las exportaciones prácticamente normalizadas, la importación de países terceros, especialmente en el caso del tomate, se tornó un problema serio.

“En ese momento empezamos a ver que por la zona de Águilas y Lorca empiezan a cultivar lechuga. Te paseas por el campo y ves como donde había tomateras proliferaba este cultivo de hoja. A su vez, unos clientes a los que vendíamos tomates vieron que en la zona ya se comenzaba a dar de manera residual y nos preguntaron si nosotros podríamos producirlas”, recuerda Soler, quien reconoce que supuso un acicate y después de analizar la situación entendieron que las características de la zona y la llegada de agua regular pocos años atrás propiciaba esta tendencia.

Y lo hicieron. Comenzaron con esa lechuga, desconocida incluso para ellos, que hoy es santo y seña de la empresa, y un lustro después entraría en producción la iceberg, un emblema para ellos, y la cual tenía y tiene una demanda enorme en Centrouropa.

En una época de grandes cambios en el país, donde azotaba una crisis económica importante y donde los cambios sociales eran profundos, todo marcado con la ilusión de vivir en nuestro país unos Juegos Olímpicos en Barcelona que siempre serán recordados, Agrupapulpí también tomaba la decisión más importante de su historia con el inicio del cultivo de hoja.

“Hubo una reconversión total. Primero mental y luego sobre campo. Es verdad que la empresa supo adaptarse muy bien”, cuenta el director General de Agrupapulpí, hoy con 56 años y lleva toda su vida ligado a la empresa y partícipe de su éxito.

El tomate, que de hecho es símbolo del propio logo de la firma, algo que se ha querido mantener por ese carácter eminentemente familiar, desaparecía con la entrada del nuevo siglo y milenio. Hoy, Agrupapulpí mantiene sus raíces. Y hoy en la misma ubicación en la que crearon ese centro de 1.000 metros cuadrados con la ilusión de profesionalizar la agricultura del municipio de Pulpí y de toda la comarca, hoy se levanta una infraestructura de 14.000 metros cuadrados de donde sale diariamente producto para buena parte del mundo. En concreto para casi una treintena de países, además de España. En estos cuarenta años, la empresa ha aumentado su superficie, y ya alcanza las 3.000 hectáreas con terrenos repartidos por diferentes localizaciones, como: Pulpí, Baza y Orce en la provincia de Granada además, claro, de zonas en la vecina Murcia como Caravaca, donde suma la finca de Ramadores; entre otros.

Agrupapulpí cuenta con en torno 1.300 trabajadores en nómina, entre manipulación, campo y semillero; una infraestructura que genera empleo y riqueza a toda la comarca y cuyo modelo les permite ofrecer una amplia producción y una alta calidad durante todo el año con unos valores muy marcados que pivotan sobre la calidad, seguridad y la trazabilidad certificadas y garantizadas. Eso sí, con un máximo respeto y cuidado del medio ambiente, con una preocupación especial en la optimización del agua.

El abanico de productos es muy amplio y está focalizado en la hoja, contando con: lechuga iceberg, cogollos, cogollo rojo, lechuga romana, mini romana, mino romana roja, lollo rsa y verde, hoja de roble roja y verde, multi leaf green, green Batavia, apio, brócoli, coliflor, y col savoy y picuda; además de una primera incursión en esta campaña como novedad de pak choi. Y por supuesto, detacan también sus cultivos primaverales, los cuales comienzan a comercializar desde mediados-finales de junio, y donde cuentan con sandía y sandía negra sin pepita, mini amarilla; además de melón y melón amarillo. Culminan este extenso portfolio su gama de cítricos con mandarina, naranja y limón.

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