Calle Larios

Málaga: la ciudad inteligente

  • Por más que siempre guste lucir una etiqueta, igual cabe llamar la atención sobre el sentido real de las ‘smart cities’, sus aspiraciones y sus políticas, y actuar en consecuencia

  • Decir barrio

El reto es hacer de Málaga un lugar habitable ante un futuro incierto, no lo contrario.

El reto es hacer de Málaga un lugar habitable ante un futuro incierto, no lo contrario. / Javier Albiñana (Málaga)

Más allá de los informes emitidos por las autoridades pertinentes, las advertencias que desde hace décadas vienen lanzando las organizaciones ecologistas y los registros incuestionables de la comunidad científica, no hay más remedio que plegarse a la evidencia del cambio climático cuando María, la vecina del barrio, se planta delante de la cafetería y afirma, rotunda, inmortal, con su blusa estampada de flores, sus chanclas del chino y su melena destintada recogida en un moño: “Con este calor no hay ganas ni de comerse un churro”. Contra el calentamiento global María hace lo que está en su mano, como todo el mundo, pero sabemos que si la factura de la luz fuese más razonable pondríamos el aire acondicionado con más alegría. Ahora la UE nos pide que ahorremos gas, que no pasemos tanto tiempo en la ducha, y casi dan ganas a invitarlos a que se vengan por aquí un par de días para que nos instruyan directamente en el terreno. Un servidor considera que habría que escuchar más a María, que saca adelante su casa con su pensión, y menos a ciertos altos funcionarios para los que la gente viene a representar un grano en el culo. Mientras tanto, eso sí, la UE va poniendo en marcha sus propios instrumentos con tal de amortiguar el desastre: en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Unión convocó con vistas a 2030 la 100 Climate-Neutral and Smart Cities EU Mission (Misión de Cien Ciudades Inteligentes y Climáticamente Neutras), un proyecto por el que, en un centenar de ciudades escogidas de entre los distintos Estados miembros, se implementarán, a modo de laboratorios urbanos, distintas medidas con las que alcanzar las ansiadas cero emisiones en el plazo indicado. España participa en esta iniciativa con siete ciudades, constituyentes de lo que se ha venido a llamar la Misión Española, cuyos delegados han participado esta semana en un Curso de Verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo: Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza, Sevilla, Vitoria y Valladolid. Comprobarán que Málaga no participa en el asunto y, bueno, es verdad que no podemos estar en todas las listas (ya nos gustaría), pero me llamaba la atención un amigo sobre el hecho de que en Málaga nadie haya respirado al respecto con una candidatura a una Exposición Internacional sobre sostenibilidad en 2027. Y tal vez sí hay aquí una reflexión pendiente.

El término 'smart city' está ya ligado de manera indisoluble a la neutralidad climática

Tal y como reza la documentación de la Comisión Europea, el mismo organismo abrió una convocatoria a todas las ciudades interesadas entre noviembre de 2021 y enero de 2022 a la que concurrieron 377 municipios y de cuya selección hasta el centenar final, dada a conocer el pasado abril, se hizo cargo la propia Comisión. Desconozco si Málaga rechazó concurrir o si lo hizo y fue descartada por la Comisión Europea, aunque ambas posibilidades darían que pensar. Lo que sí sabemos es que la Misión contempla la verificación de estas cien ciudades como inteligentes y climáticamente neutras en 2030 y su transformación en hubs de innovación contra el cambio climático, capaces de generar medidas eficaces que se aplicarán después en todas las ciudades de la UE, ya en un plazo contemplado hasta 2050. Y es cierto que, con todos los foros consagrados a las smart cities que ya acumulamos, y con la Exposición Internacional como prioridad en la agenda, que ni siquiera se haya hablado de esto entraña, cuanto menos, una anomalía.

Es cuanto menos paradójico hacer bandera de la sostenibilidad y promover actuaciones públicas en sentido adverso

Pero sean cuales sean los criterios de la administración continental, cabe subrayar que el término smart city está ya ligado, de manera indisoluble, a la neutralidad climática, esto es, a la actividad propia de las ciudades sin contribución alguna al cambio climático. Y que cuando hablamos de sostenibilidad nos referimos precisamente a esto. Lo que propone la UE es un modelo de ciudad entendido no como ecosistema adverso al medio ambiente, sino todo lo contrario, profundamente imbricado en el mismo, sin dejar de ser una ciudad. Hay, seguro, medidas para lograrlo: el objetivo es definirlas, conocerlas y aplicarlas. Quizá en Málaga se ha proyectado la etiqueta de la smart city en excesiva relación con las grandes empresas tecnológicas que han decidido poner aquí sus sedes, pero lo cierto es que ofrecer instalaciones a las corporaciones del sector no nos convierte en una ciudad inteligente. Es paradójico, cuanto menos, hacer bandera de la sostenibilidad y afirmar, al mismo tiempo, que unos rascacielos entrañan una solución contra el cambio climático preferible a un bosque urbano (en una de las ciudades, recordemos, con menor densidad de zonas verdes y con uno de los trazados de carril-bici más deficitarios de toda la UE); o despachar a las bravas y con demasiada prisa, aquí no pasa nada, la caducidad de un informe medioambiental necesario para levantar una torre de 116 metros en un lugar extraordinariamente sensible como el Puerto. Esto no va de ponerse un pin, sino de hacer política. La cuestión es que aquí no hay alternativa: la política que demandan los tiempos habrá que hacerla, sí o sí. Y cuanto antes, mejor.

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