Visto y Oído

Antonio Sempere

Ana Belén

Nunca debemos cansarnos de ponderar el dominio escénico de Ana

Solamente por ver a Ana Belén recogiendo el premio por toda su trayectoria profesional valió la pena ver la Gala de los Sant Jordi, que desde hace un par de años TVE tiene a bien emitir editada y resumida al día siguiente de su celebración. El dominio escénico de Ana Belén, a estas alturas, está fuera de duda. Pero nunca debemos cansarnos de ponderarlo habida cuenta de que, eso que parece tan fácil y tan trillado como es el saber estar en un escenario, quedar bien con quienes te han concedido la distinción y con el público, y encima tratar de ser original, no está al alcance de todo el mundo. Recordemos si no el anticlimático momento de Marisa Paredes cuando recogió el Goya honorífico. Y habría muchísimos ejemplos.

Yo de ustedes me iba a la web y volvía a recrearme en los últimos quince minutos de la gala, que estuvieron dedicados a la actriz, para demostrar cómo la veteranía, en ocasiones, sí es un grado, y qué cosas tan lindas y tan bien dichas se pueden decir acerca de la profesión. Parafraseando a Josep María Pou en algunas de sus citas maestras. Empatizando con Eduard Fernández con el que compartió atril ('Eduárd', como si llevase la tilde en la 'á'; no 'éduard', como en tantas galas se empeñan en repetir; igual que 'albert' no se pronuncia 'álbert' ni 'artur', 'ártur'; ay, de qué poco nos sirve tanta presencia catalana en los informativos). Ana Belén estuvo deliciosa y se mostró conmovida cuando su hija Marina San José le entregó 'el Jordi' por sorpresa ("¿pero en qué tren has venido…?"). Lo que no entendimos muy bien fue por qué el encargado de entregar el premio al director del Festival de Cannes, Thierry Frémaux (en Barcelona 15 días antes de iniciar su evento) fue José Mota con un chiste sin gracia.

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