En uno de sus episodios más celebrados, el teniente Colombo descubría un caso de homicidio gracias a unas botellas de champagne. Más concretamente a alguno de los tapones sin descorchar ¿Qué sería del momento de la seducción sin los prolegómenos, sin esas burbujitas?, decía ensimismado el enjuto Peter Falk, con su voz susurrante, que aquí siempre escuchamos doblada, aunque eso es otra historia.

El caso de Colombo me viene a la mente con motivo del desastroso envoltorio con el que TVE atendió al Festival de Eurovisión. La programación del día de la gala no pudo ser más alejada de lo que debería ser un precioso papel de regalo con el que presentar el paquete. De entrada, se suprimieron tanto el previo como el post, como todos los Eurofans saben, dos clásicos de la televisión. Antaño, si importante era la retransmisión, no le andaba a la zaga ese espacio previo en el que el jurado profesional compartía sus pronósticos. Una tertulia que continuaba horas después con el post en el que asistíamos a las reacciones todavía en caliente de los participantes.

Además de hacer desaparecer ambos contenidos de un plumazo, los responsables de TVE programaron la película Grease a las siete de la tarde (haciendo la salvedad de que solamente en el caso de que el Open de Tenis madrileño no lo impidiera) y emitiendo en los instantes previos a la conexión con Lisboa un Telediario de diez minutos, a todas luces insuficiente en una jornada sobre la investidura en Cataluña en la que La Sexta, por contra, dedicó catorce horas a la información en directo.

El Eurofestival, una cita renovada tan clásica, es tan potente que por sí solo atrajo al 43% de la audiencia. Pero no por el apoyo de TVE. El concierto acústico de Alfred y Amaia programado en la madrugada del miércoles logró tan sólo un 1,1% de cuota de pantalla. Fueron botellas de champagne sin descorchar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios