TV-Comunicación

Palomitas en el salón

  • De las dos sesiones nocturnas en TVE a las dos cadenas cinematográficas en la TDT, la relación entre la pantalla y el espectador español ha cambiado por completo

Para los españoles de los años 60 y 70 había dos seguras noches de cine a la semana: los martes y los jueves, los días en que la TVE, la Primera, la casi Única, dedicaba su programación nocturna a sendas películas, entre telediarios, de nueve y media a once y media. La de los jueves incluso solía dedicarse a interminables y concienzudos ciclos cuando la historia del celuloide sonoro no llegaba a los cuarenta años. La televisión, por gratuidad, no vino a matar precisamente al cine, como se pronosticaba en los años 50. Vino a popularizarlo, a revalorizar el visionado en la sala a oscuras y también a saborearlo de otra forma en la pantalla de casa, con palomitas inclusive si se tercia.

De las convexas pantallas en blanco y negro a las extraplanas en alta definición, el cine en la televisión en España ha pasado de ser suministrado en jaleadas cuentagotas a ser el recurso de las cadenas en los fines de semana y a ser el bastión de una veintena de canales temáticos. La preocupación de la industria cinematográfica ya no se encuentra en las cadenas, que en el caso nacional (con polémica perenne) incluso siguen contribuyendo con un 5% de sus ingresos a la producción de obras. El problema está en el voraz pirateo internauta, porque los pases televisivos son un eficaz complemento de la explotación. Los estrenos ahora saltan de la sala a la cadena de pago en poco más de nueve meses, poco después de aparecer en el estante del supermercado y el pay per view, y en menos de dos años pueden acabar en abierto, lo que muchas cadenas siguen promocionando como "estreno en televisión". Tras un camino de exprimido rápido, las películas ya no anotan los récords de otros tiempos de escasez de cadenas. No existe ningún título que congregue a más de 5 millones de españoles. Y las distribuidoras venden sus catálogos al por mayor, donde cabe lo malo y lo peor, para suministrar horas y horas.

Pero en aquellas Sesión de noche cuando nadie conocía siquiera la palabra "videoclub" diez, quince, veinte millones de espectadores podían sentarse ante los aparatos en blanco y negro para ver a Gary Cooper y a Humphrey Bogart. En marzo del 67, como un esbozo aperturista más, nacía en el invisible UHF, en la Segunda Cadena, Cine-club, el apartado de TVE para películas menos comerciales. Durante varios decenios fue el refugio de La 2 para los cinéfilos, para los gourmets que pese a la proliferación de tantos canales tienen difícil encontrar revisiones y estrenos de películas alejadas de los circuitos convencionales. Los TCM o el más reciente Sundance Channel siguen dando satisfacciones.

La película de la sobremesa del sábado, la de Sesión de tarde, un clásico de la programación española, siempre ha sido un regalo para la familia, extendido a los domingos y fiestas de guardar. En sus tiempos fue la parcela del Tarzán de Weissmuller o de los hermanos Marx (imposibles hallarlos ahora) y es el horario contenedor, en La 1 y en el resto de generalistas, de cuanta película de acción, romántica o infantil sin más tienen en el almacén. La programación de la TVE ha marcado los hábitos de los espectadores. Durante más de una década Sábado Cine era el rincón para la película más reciente. La directora Pilar Miró, al frente de una TVE que hace un cuarto de siglo empezaba a mentalizarse contra las privadas, instauró el Domingo cine y, con la inauguración del horario de madrugada, la emisión abundante a deshoras, más allá del proscrito Cine de medianoche.

El videoclub calmó el hambre de unos televidentes desatendidos, pero con el Canal + de los estrenos recientes los días comenzaban a estar contados para unos establecimientos asesinados vía virtual. Canal + instauró el horario estelar de las diez de la noche, la hora del cine, cita a la que se atienen, como ley no escrita, los dos canales cinematográficos de la TDT, La Sexta 3 y el recién llegado Paramount Channel.

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