Televisión pública

RTVE en tiempos del whatsapp

  • El autor reflexiona sobre el papel del nuevo consejo de administración para adecuar a la corporación pública a los tiempos y consumos actuales

El nuevo plató de los 'Telediarios', estrenado hace unos días

El nuevo plató de los 'Telediarios', estrenado hace unos días / RTVE

Mucho tiempo después de lo previsto, gobierno y el principal partido de la oposición, han pactado la renovación del consejo de RTVE, acuerdo al que se ha sumado el siempre hábil PNV que estará representado por el buen periodista que es Juanjo Baños.
De entrada, han sido unánimes las críticas por el procedimiento a base de cuotas políticas, que ha desdeñado ampliamente los trámites que en su día se establecieron en pro de encontrar los mejores perfiles profesionales; pero bienvenido sea el acuerdo en un país en el que no abundan los consensos y en el que pactar es sinónimo de debilidad para muchos.
Ojalá sea el primero de otros entendimientos que nos permitan avanzar juntos a personas de diferentes ideas. Felicitaciones igualmente a José Manuel Pérez Tornero, excelente conocedor del medio y catedrático de una de las universidades más destacadas en lo que al estudio del audiovisual se refiere. Es además persona de buen talante y eso garantiza las buenas formas durante su gestión. Tienen todos los nombrados, avanzada edad y una tarea complicada en una coyuntura en la que toca renovar algo mucho más profundo que los miembros del consejo. Sólo cabe desearles suerte, porque la suya será la de todos nosotros.
Pero…. Me encuentro entre las personas a las que les gusta la televisión, un medio que reinó durante la segunda mitad del siglo pasado y que ahora suministra muchos de los mejores contenidos de la red, la innegable dominadora en la actualidad. Pero los tiempos han cambiado y una sociedad diferente no puede tener una televisión como la de antaño.
Es de Perogrullo, pero todo lo que ha rodeado los nombramientos destila un aroma a antiguo que hace temer lo peor. Que a estas alturas de la historia los políticos de todos los signos continúen creyendo que la televisión elige los gobiernos, y de ahí su obsesión por controlarla, es enternecedor. ¿Cómo entonces se producen las alternancias?
Vivimos en un país de 47 millones de habitantes y los informativos más vistos rara vez superan los tres millones de televidentes. El día anterior a escribir este artículo, el informativo más visto fue el Noticias 2 de Antena 3 que logró una audiencia de 4,3 millones de espectadores, excelente resultado sin duda, pero peor que el que obtuvo su predecesor Pasapalabra que alcanzó los 4,8 millones de espectadores de audiencia media. En total 7,4 millones de españoles sintonizaron en algún momento con esta edición del informativo presentado por Vicente Vallés.
Éxito indudable de la muy bien gestionada cadena del grupo Atresmedia, pero que también muestra que 40 millones de españoles no se informan a través del medio tan pretendidamente decisorio. Hoy en relación con los años noventa del siglo pasado, vivimos en una sociedad enormemente fragmentada en la que la gestión de la opinión pública no es posible (y mucho menos deseable) desde el control editorial de un único medio.
De ahí que quien quiera sacar fruto partidista de los informativos de TVE, deberá entender que lo mejor que pueden hacer es garantizar la imparcialidad de éstos y la calidad contrastada de su trabajo. Eso se lo aplaudiríamos la mayoría de los ciudadanos. 
Pero no es éste el único asunto preocupante. El nuevo presidente ha dicho que para él es “más importante la educación, que la audiencia”, como si ambas cosas fueran incompatibles. La idea remite al viejuno slogan del siglo XX que decía que el papel de la televisión era “Informar, formar y entretener”.
Hoy es evidente que para educar están las escuelas, la familia, las universidades. Que la principal fuente de información viaja por internet suministrada por una compleja amalgama de medios nuevos y tradicionales; y que eso que llamamos televisión es un lenguaje para contar historias que buscan acompañarnos para que nos sintamos menos solos. Luego está cómo lograrlo y es exigible a nuestra televisión pública que lo haga ofreciendo alternativas a lo que sus competidores hacen.
La Televisión va dirigida al suelo cultural común de nuestra sociedad; no se trata por tanto de dirigirse a los extremos, ni de adoctrinar bajo pretendidas soflamas culturales; el trabajo consiste en que, si ahora el público pide culebrones turcos, hacerlos en vez de comprarlos, mejorarlos y venderlos por todo el mundo. El reto consiste en que TVE sea el motor y sinónimo de lo mejor que nuestros miles de profesionales sean capaces de crear en un sector que exige planteamientos multimedia, transversales y multinacionales.
Lo complicado estriba en ser conscientes que el 1, 2,3 de Chicho Ibáñez Serrador; La cabina del genial Mercero; los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente o La clave de Balbín, son excelentes referentes, pero que hoy en día no aguantarían como tampoco lo hacen las máquinas de escribir en los tiempos del WhatsApp.
Toca, sin dogmas, ni fórmulas partidistas, adecuar una compañía que en octubre cumplirá 65 años, a los tiempos que corren. O lo logra o mejor jubilarla. Y sería una pena, porque ¿saben?, pese a lo que digan muchos, TVE no sólo es necesaria, sino que aún con sus muchos problemas, está bastante mejor de lo que parece.

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