JOSÉ LUIS GIL. actor y doblador

"Cuando doblé a Swayze en 'Dirty Dancing' pensé que la película fracasaría"

  • El aragonés es muy conocido por sus trabajos en televisión pero tiene a sus espaldas una larga carrera en el doblaje, donde pone voz a Tim Allen o Hugh Grant

Su cara empezó a ser conocida con los 45 ya cumplidos gracias a la comedia Aquí no hay quien viva, donde interpretaba al indeleble Juan Cuesta. Más tarde, recaló en Telecinco con La que se avecina, que acaba de cerrar su sexta temporada con un respaldo absoluto por parte de la audiencia, donde interpreta al concejal, honesto y romántico empedernido, Enrique Pastor. Sin embargo, y aunque parezca lo contrario, donde José Luis Gil (1957, Zaragoza) ha conseguido sus mayores logros profesionales ha sido en el mundo del doblaje, profesión que ha desempeñado durante más de tres décadas. Actor de televisión, teatro y cine, además de director, Gil presta su voz a la mayoría de los trabajos cinematográficos y televisivos del estadounidense Tim Allen, a quien ha doblado en películas como la saga Toy Story, en la que puso voz al aventurero Buzz Lightyear, así como en la conocida serie Un chapuzas en casa y, en la actualidad, en Uno para todas, la comedia familiar que los fines de semana emite con éxito Factoría de Ficción. Pero no sólo a él. El zaragozano, afincado en Madrid desde que fue fichado por los estudios de doblaje Exa, cuando sólo tenía 20 años, ha doblado a Patrick Swayze o Hugh Grant. Gil, que ya forma parte de nuestras casas gracias a su éxito en televisión, disfruta hablando de su etapa como actor de doblaje en series, películas y publicidad. Probablemente, su faceta más desconocida pero de la que más orgulloso se siente.

-¿Interpretar es más difícil que doblar?

-Para doblar también hay que interpretar y, en la mayoría de los casos, con más énfasis si cabe. Siempre digo que los mejores actores están en el mundo del doblaje. Se necesitan muchos más recursos y no hay un registro. Un día haces una película fantástica y al día siguiente otra malísima. Tienes que transmitir alegría, terror, amor, preocupación... Hay que estar muy alerta y tener todas las características de los mejores actores. Recalé en esta profesión cuando sólo tenía 20 años y para mí ha sido una gran escuela. La mejor.

-No son pocos los actores, y no actores incluso, que doblan películas. De hecho, ahora está muy de moda, sobre todo en la animación. ¿Considera que en este sentido hay intrusismo?

-Sí, es una especie de reclamo publicitario. Y yo qué voy a decir. No me parece bien del todo mientras no estemos ante actores realmente buenos. Que los hay, porque hay trabajos de doblaje para quitarse el sombrero realizados por actores no profesionales. Creo que, al final, la gente lo hace con respeto y es lo que cuenta. Aunque sí es cierto que hay mucho marketing.

-¡Ha sido Buzz Lightyear!

-Sí, he hecho mucha animación y es muy enriquecedor. Los personajes animados que se hacen ahora, especialmente los de Disney, tienen mucha humanidad y un interior brutal. En cuanto a Buzz viene muy bien hecho de Estados Unidos y lo que intenté al doblarlo es transmitir las mismas sensaciones que Tim Allen. Respeto mucho lo que hace él. Es un trabajo agradecido pero complicado. Ten en cuenta que son películas que quedan ahí generación tras generación, la responsabilidad es total.

-Como puede ocurrir con Dirty Dancing, donde puso la voz a Patrick Swayze...

-Lo de Dirty Dancing es curioso. Cuando doblé a Swayze no confiaba nada en el éxito de la película, vamos que pasó para mí sin pena ni gloria, y fíjate. Poner la voz a grandes actores no implica una mayor complicidad con ellos ni más esfuerzo. Dirty Dancing no implicaba más intensidad ni recovecos que estar enfadado o feliz, era una historia de amor muy sencillita desde el punto de vista del doblaje. Es verdad que el éxito de la película da currículum pero he trabajado en un buen puñado de películas de serie B que me han aportado mucho más como actor.

-Y después de una trayectoria así, el reconocimiento llega con Aquí no hay quien viva y, después, con La que se avecina...

-No es una cuestión de reconocimiento. Soy un afortunado porque siempre he tenido trabajo. Cuando me hice popular por estos trabajos en televisión, a los que desde luego estoy muy agradecido, ya era reconocido dentro del mundo del doblaje. Eso me inspiraba cierta confianza porque sabía que ese trabajo ya lo tenía a mis espaldas. Es cierto que la gente te conoce por la calle, te pide fotos. Es normal, estás en su casa casi las 24 horas del día con tanta reposición (ríe).

-¿Cómo lleva la popularidad?

-Con resignación. La gente es muy amable, pero entiende que a mí me llegó la fama cuando tenía 45 años y después de una larga carrera metido en las cabinas. Más joven la hubiese disfrutado mucho más, seguro. Ahora lo asumo e intento quedarme con lo positivo. Lo mejor es evitar riesgos, pero sigo yendo al centro comercial a comprar calzoncillos. Si te lo tomas mal tienes un problema.

-Su voz es muy reconocida a día de hoy. Es imposible oírla y no pensar en Enrique Pastor, por ejemplo. ¿Esto es un problema para trabajar en el doblaje?

-Es cierto, pero bueno hay técnicas que pueden hacer que la voz parezca distinta. Afortunadamente todos los personajes que interpretó no están siempre tan exaltados como Enrique, que al pobre siempre le ocurre algo y nunca habla de manera relajada.

-Hay confirmada una séptima temporada de LQSA. ¿Seguirá en el Mirador de Montepinar?

-Me voy moviendo prácticamente por todo, teatro y televisión, y tengo proyectos sobre la mesa pero ahí está el compromiso verbal y emocional que tengo con Alberto y Laura Caballero, a los que tengo un enorme cariño.

-¿Qué balance hace de su paso por esta serie?

-Cuando dejé Aquí no hay quien viva me planteé seriamente afeitarme la barba, pero sería engañar a la gente. La que se avecina ha conseguido tener entidad propia gracias al esfuerzo, al trabajo bien pensado y la dedicación del equipo. También por la confianza de la cadena. Y las audiencias hablan por sí solas. En la serie me siento como pez en el agua. Para mí es como un traje a medida.

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