Perfil de un actor de claroscuros

El declive de Luis Lorenzo, teletiendas y una tía muerta

El actor y presentador Luis Lorenzo en el programa 'Decisión final' en 2002

El actor y presentador Luis Lorenzo en el programa 'Decisión final' en 2002

Hay mujeres, hombres y viceversa que entran en la televisión porque, evidentemente, son atractivos. Luis Lorenzo, que ha saltado a la actualidad por presuntamente envenenar a la tía de su mujer para hacerse con sus propiedades, entró en la tele porque estaba bueno. Lo que se le pedía era que hiciera bonito en Hola Raffaella. La añorada Carrá, allá por el 93, era la anfitriona de la noches de La 1 y su treintañero ayudante ponía la sonrisa, músculos bajo la camisa y presentaciones de cartulina. De ahí pasó a ser el paternaire de Bárbara Rey en Esto es espectáculo. Martes y Trece lo parodiaron como sufrido jarrón junto a la parlanchina murciana, una mujer al alza en los 90 por asuntos diagonales que algún día aflorarán.

Luis Lorenzo y Bárbara Rey en 'Esto es espectáculo' Luis Lorenzo y Bárbara Rey en 'Esto es espectáculo'

Luis Lorenzo y Bárbara Rey en 'Esto es espectáculo' / RTVE

Luis Lorenzo era una bonita apariencia, fornida, que era lo que necesitaban los espacios de entretenimiento en la época derrochadora de vaquillas y cantantes en play back. Pero cuando intentaba acercarse al espectador resultaba más bien frío, incluso antipático, sin conexión. Su aspecto, que parecía emparentarlo con Fabio Testi, le permitió seguir forjándose en los platós y en los escenarios. Un desnudo en vivo hacía suspirar. El acusado de la muerte de su tía política tuvo los glúteos en su sitio y no le faltaban admiradoras.

Pero pese a las oportunidades nunca dejó de ser un secundario en series que se amontonaban por lotes como Hospital central, El comisario, Yo soy Bea. Tío bueno, pero siempre trasnochado, se fue quedando en sus gloriosos años 90 de bíceps y suspiros. Como rival de Antonio Recio a por la quisquilla de oro en La que se avecina no dejaba de ser una parodia de sí mismo.

Terminó siendo un anónimo presentador de teletienda, masticando con ahínco los nombres de las aspiradoras y yogurteras. A fuerza de ser convincente con su rictus de galleta rancia.

Su gran oportunidad como presentador había sido en 2002, un concurso llamado Decisión final, en Telecinco. Los concursantes eran sometidos a diodos que lanzaban descargas si se equivocaban. Los eliminados iban al cajón, a la trampilla que vaticinaba Ahora caigo. El concurso se difuminó entre las tardes, en tiempos de pasta publicitaria en los que formatos se deglutían a poco que los audímetros dibujaban una fisura.

Luis Lorenzo podía seguir disfrutando de su físico y se metió en Antena 3 en los primeros supervivilentes, La selva de los famosos. Enfermó junto a Eugenia Santana. Un tipo duro, duro, no parecía.

Su carácter le jugó malas pasadas y sus parejas femeninas están esperando a largar en la puerta de las tertulias. Nada es casualidad y su inexorable declive nos describe un discreto actor que con su impostado vozarrón se había quedado en las dentaduras junto a Bárbara Rey.

En ese crepúsculo sin remisión, al cabo de los años, tras tantas teletiendas y obras en teatros de segunda fila, Luis Lorenzo ha hecho su reaparición para, probablemente, hacer mutis por el foro en dirección al trullo.

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