San Isidro cerrará la década de los sesenta con una interesante feria, en cuanto a triunfos de toros y toreros se refiere, muy en sintonía con esos últimos años triunfales que le han precedido.

Una década que ha servido para mostrar a todo un elenco de toreros de muy diferente y acusada personalidad.

Se han confirmado en ese panorama, Aparicio y Litri, en cartel andan ya Curro Romero, Jaime Ostos, Diego Puerta, Paco Camino, El Viti y, por encima de todo eso, el tirón popular de Manuel Benítez El Cordobés, que no se anunciará en esta feria, como tampoco lo hará Palomo Linares.

Dos años antes, el de Córdoba antes había traído locos a todos los grandes empresarios cuando a principios de la temporada 1967, con cien corridas firmadas, asevera que se retira, poniendo a sus pies la flor y nata del empresariado taurino español. Ahora, los dos toreros andan de guerrilla contra todas las grandes empresas que los quieren ningunear en sus honorarios y harán su campaña en una plaza portátil.

Toda una nueva generación de toreros con muchísimo interés entre los públicos que van a suponer la avanzadilla en la que se va a apoyar una feria que ya ha consolidado su duración en dieciséis festejos, siendo ya de largo el serial más importante del mundo.

Es también, dentro de toda la historia de San Isidro en la que actúan un mayor numero de rejoneadores. Cinco en total, protagonizados por los nombres de Rafael Peralta, Fermín Bojórquez, los portugueses José Manuel Lupi y Ribeiro Telles, abrochando ese quinteto Manuel Vidrié.

Cinco confirmaciones de alternativa se incluyen también en esos carteles de 1969. Son las nuevas realidades que alcanzan la borla de matador de toros. De todas ellas, la del torero madrileño Ángel Teruel es de las más llamativas en cuanto a la proyección que el diestro del barrio de Embajadores va a tener en la Fiesta, pero no menos valiosos son los nombres de Gabriel de La Casa, Juan José, Macareno y Carnicerito de Úbeda.

Pero la memoria recordará siempre a Paco Camino y a El Viti y sus formas de ejecutar la suerte suprema, además de ese toro que, en sentido general, se caracterizó por un menor volumen que el actual, pero con el peso correspondiente a su encaste. Un toro más encastado y de embestida incansable.