Toros

El madrileño David Mora repite Puerta Grande en Vistalegre un año después

  • El torero pasea sendas orejas, emientras que Ureña corta una y Varea se marcha de vacío

David Mora, a hombros en Vistalegre.

David Mora, a hombros en Vistalegre. / efe

El diestro madrileño David Mora, que paseó sendas orejas, salió a hombros en la llamada Corrida de Invierno celebrada en el Palacio de Vistalegre, de Madrid, justo donde también triunfó hace un año, cuando reapareció tras la gravísima cornada sufrida en Las Ventas año y medio antes. Se lidiaron seis toros de La Palmosilla (tercero y quinto lidiados como sobreros, sustitutos de sendos titulares devueltos por flojos), de buena presencia en conjunto y de juego variado, desde el temperamento y la clase hasta la falta de raza y fuerzas. Destacaron, para bien, los del lote de Mora y el segundo de la tarde. David Mora, oreja y oreja protestada tras aviso. Salió a hombros. Paco Ureña, oreja y ovación. Varea, ovación tras aviso y ovación tras aviso. El coso, cubierto, registró un tercio de entrada. David Mora volvió a salir a hombros en el madrileño Palacio de Vistalegre.

Mora tuvo en suerte el lote más completo de una dispar corrida de La Palmosilla, dos toros destacados en distinta versión: un primero enrazado y con temperamento y un cuarto noble y con clase.

La faena que le hizo al primero tuvo ciertos altibajos, mostrando sus mejores y más hondos pasajes cuanto más aplicó un efectivo mando sobre las repetidas e incansables embestidas de un animal al que le duró mucho la mecha de la bravura.

El cuarto, el más serio y hondo de los de La Palmosilla, tuvo pocos bríos, pero una calidad extrema en sus profundas arrancadas. circunstancia que Mora aprovechó por momentos para plasmar derechazos y naturales de gusto y temple, aunque sin calar excesivamente.

La otra de las tres orejas concedidas en la corrida fue para Paco Ureña, que la paseó del sobrero que salió en segundo turno, un animal con clase y nobleza que agradeció la suavidad con que el murciano le toreó por momentos en un trasteo que fue a menos.

No hubo tanto que celebrar en el resto de la corrida, pues la falta de raza o de fuerza de los otros tres ejemplares lo impidió. Pero aun así Varea le cuajó al tercero un hondo y entregado saludo por verónicas y chicuelinas que dejó la huella más profunda en la memoria del aficionado.

Quiso repetirlo con el sexto, aun a costa de ser prendido feamente, y sin consecuencias, por el pecho, pero ni este toro, que no paró de protestar, ni el desrazado tercero permitieron a Varea más que resolver con compostura y dejar algunos detalles de su prometedora calidad.

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