Toros

Digna confirmación de Venegas

La corrida de Cuadri, una de las ganaderías predilectas de la afición torista madrileña, fue el argumento ganadero de la vigésimoquinta de San Isidro. Un encierro bien presentado, hondo, con peso y de comportamiento desigual, que lidió la terna compuesta por José Carlos Venegas, único que fue ovacionado, y sus compañeros Javier Castaño e Iván García, que fueron silenciados.

El jiennense José Carlos Venegas, en su primera actuación con toros del hierro de Cuadri, desplegó entega e ilusión a lo largo de la corrida, firmando una digna actuación en su confirmación, en la que recibió los trastos de Javier Castaño, con Iván García de testigo. Con el toro de la efeméride, Ribete, número 31, negro, de 613 kilos, hondo y bien armado, noblote, Venegas realizó una labor correcta que brindó a su apoderado, Juan Carlos Campillo, y en la que brilló en una serie con la diestra. Se tiró a ley en la suerte suprema para matar de pinchazo en lo alto y una gran estocada arriba. El sexto, menos musculado que los anteriores, derribó en el primer encuentro en varas; afortunadamente, sin peligro para el picador. Luego, sin venir a cuento, lo pusieron de lejos en varias ocasiones, sin que el cuadri acudiera con prontitud. Quedó crudo. Venegas, suponemos que por el viento, realizó su trasteo en las rayas, con un toro encastado, fiero, agresivo, que se revolvía con prontitud. Sin probaturas, se echó la muleta a la zurda; algo así como jugar a la ruleta rusa. En un pase de pecho, el toro enganchó por una pantorrilla al diestro y le propinó una voltereta seca y terrorífica. Venegas se levantó de la refriega sangrando, con una herida en la ceja derecha. Después de un chorro de agua en la nuca volvió a plantarse delante del galafate para robar muletazos en los que se jugó el pellejo, especialmente en una tanda al natural. De nuevo se tiró de verdad en la suerte suprema. Pero precisó tres descabellos tras el espadazo. El público, todavía angustiado ante la feísima cogida, le tributó la ovación más fuerte y, por supuesto, más importante de la tarde.

Javier Castaño no se acopló con su lote, el de mayores posibilidades para el éxito. Su primer oponente, el de menos peso del encierro (578 kilos), fue protestado en principio, quizá por sus defensas, más cortas que las del que abrió plaza. Bravucón en el capote, fue manejable en la muleta. Castaño no pasó de varias tandas entonadas por el pitón derecho. En el segundo tercio, sus banderilleros Fernando Sánchez y David Adalid prendieron grandes pares, que fueron ovacionados fuertemente por el respetable. Con el cuarto, otro ejemplar hondo, que intentó saltar de salida al callejón, pero que embistió con buen aire, Castaño no llegó a acoplarse, con algunas protestas del público durante la lidia.

Iván García, con el peor lote, cumplió. Con el tercero, serio, hondo, badanudo, mirón y que acometió con media embestida, el madrileño no tuvo opción al lucimiento artístico. Anduvo mal con los aceros. Ante el quinto, que acometía como un mulo, con la cara alta y topando, Iván García porfió en un trasteo sin fruto.

La tarde, en la que el público siguió con mucha atención lo sucedido en el ruedo, tuvo como protagonista a José Carlos Venegas por la terrible cogida que sufrió y su derroche de entrega, en lo que supuso una digna confirmación.

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