feria de san isidro | vigésima séptima corrida en las ventas

Épica de Paco Ureña y temple de Alejandro Talavante

  • El murciano cuaja una faena importantísima a un encastadísimo 'victorino' y el pacense corta una oreja al noble segundo

  • Urdiales, desafortunado

La corrida de Victorino Martín venía envuelta con lío en los corrales. Habían sido rechazados cinco toros. El encierro que saltó ayer a Las Ventas, de muy dispares hechuras dio un juego desigual, destacando el segundo por su nobleza y un encastadísimo tercero.

Alejandro Talavante, que cortó una oreja el pasado 24 de mayo en esta plaza, en la que sufrió una cornada de 20 centímetros en el muslo derecho, reaparecía tras ese percance y volvió a triunfar. Consiguió un merecido trofeo del segundo toro, bien presentado, y que tuvo como mayor virtud su nobleza, con la que Talavante moldeó una gran faena basada en la suavidad y el temple.

Sobresalen el noble segundo y el encastado tercero de una desigual corrida de Victorino

Talavante lanceó a este buen segundo, de escaso trapío, con naturalidad a la verónica. Como cénit de la faena, dibujó naturales bellísimos en una serie y otros sueltos, de frente y de trazo largo, en otra. Con la diestra llegó a encadenar varios derechazos con una arrucina y un cambio de mano en una serie emocionante. También fue muy ovacionado en un cierre por doblones con el añadido de un pase mirando al tendido. Mató de estocada hasta la bola y descabello, y fue premiado con una oreja.

Al quinto, corniabierto, gazapón, molesto y sin entrega, Talavante lo finiquitó pronto, con dos pinchazos y estocada, tras la correspondiente probatura.

Paco Ureña realizó una actuación muy importante con un lote muy exigente, especialmente su primer toro. Estuvo a punto de cortar una oreja a ese animal, duro como el acero, que embistió con la boca cerrada en una auténtica batalla en la que Ureña llegó a imponerse a un toro de enormes velas y ojos vivaces. ¡Daba miedo! El toro, encastadísimo, que esperó en banderillas, acudió pronto y se comía las telas. Ureña lo recibió junto a tablas con verónicas. El diestro consiguió imponerse con la derecha y lo dominó con muletazos medidos y perdiendo pasos cuando era preciso. Por el pitón izquierdo se quitaba la muleta y el murciano aguantó lo indecible. Se tiró a ley y metió la espada hasta la bola, arriba, pero muy tendida. El toro, muy encastado, no caía y Ureña tuvo que usar el verduguillo en tres ocasiones. El público le hizo dar una vuelta al ruedo clamorosa. Si hubiera caído antes el astado, el triunfo hubiera sido de órdago.

Con el que cerró plaza, un victorino serio, difícil -la cuadrilla de Ureña dio un mitin en banderillas-, el espada comenzó la faena con mucho aplomo. Se la jugó con un toro incierto que estuvo a punto de cogerle en sendas coladas por ambos pitones. Tras pinchazo y descabello, fue silenciado.

Diego Urdiales, que abría cartel, estuvo desafortunado en su lote. No quiso nada con el cinqueño que abrió plaza, un toro corniveleto, casi cornipaso, gazapón, al que se quitó del medio tras un leve trasteo, dando un mitin con los aceros.

Con el cuarto, aceptablemente presentado, Urdiales fue muy generoso, especialmente en el lucimiento de la suerte de varas, en la que el toro acudió de largo hasta en tres puyazos, si bien no se empleó en la pelea. El toro esperó en banderillas y le costaba pasar tras la muleta en una labor que quedó en un tanteo. El espada mató de pinchazo y estocada y escuchó algunos pitos.

El encierro de Victorino Martín deparó un noble segundo y un encastadísimo tercero, con dos toreros de verdad: Talavante, que aportó temple, y un épico Ureña, que si no es por el descabello hubiera ganado a ley un premio de órdago.

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