Toros

Fandiño, corazón y buen toreo

  • El torero vasco gana un trofeo ante el peor lote y reivindica un mejor puesto · César Jiménez, premiado con una oreja, a medio gas ante un buen material · Antonio Ferrera, desdibujado

GANADERÍA: Corrida de Fuente Ymbro, en conjunto bien presentada y de buen juego, por nobleza, aunque con las fuerzas justas; siendo los mejores primero, segundo, cuarto y quinto y los peores tercero y, especialmente el manso sexto. TOREROS: Antonio Ferrera, de malva y oro. Pinchazo, pinchazo hondo y tres descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo, estocada y tres descabellos (silencio tras dos avisos). César Jiménez, de verde y oro. Bajonazo (saludos tras petición). En el quinto, casi entera y descabello (oreja tras aviso). Iván Fandiño, de azul y oro. Estocada hasta la bola (oreja). En el sexto, bajonazo que escupe el toro, estocada corta y un descabello (saludos tras aviso). Incidencias: Plaza de toros de Pamplona. Lunes 11 de julio de 2011. Lleno.

La ganadería de Fuente Ymbro continúa su racha de triunfos en Pamplona. Ayer, sin ser espectacular, el encierro enviado por Ricardo Gallardo estuvo bien presentado y también dio buen juego, en su conjunto. De la terna compuesta por Antonio Ferrera, César Jiménez e Iván Fandiño, destacó con creces el último citado, tanto por su actitud como por sus aptitudes. César Jiménez no aprovechó totalmente su material. Y Antonio Ferrera estuvo desdibujado.

Iván Fandiño contó con el peor lote. Lástima. Porque el vasco demostró nuevamente que se encuentra en un gran momento. Es todo arrestos, además de toreo de verdad, cuando el toro lo permite. Entrega que puso en unas sorprendentes ¡gaoneras a portagayola! y a las que, por la pujanza del toro en su salida, faltó limpieza. El comienzo de la faena fue explosivo, con tres muletazos por la espalda. En la labor, muy seria a un toro noblón, pero que no humilló, destacó en una notable serie con la diestra y unas arriesgadísimas bernadinas a pies juntos. Coronó la obra con una soberbia estocada hasta la bola, que por sí misma era de premio. Recibió un trofeo.

Con la Puerta Grande entreabierta, la buena suerte le fue esquiva al orduñés, ya que el descarado sexto resultó manso y huidizo. Desde el comienzo se rajó y buscó tablas. Fandiño intentó el lucimiento, con el toro huyendo una y otra vez. En el cierre, en una manoletina, el toro le prendió de los machos de la pierna derecha y lo lanzó por los aires. En esta ocasión, estuvo desacertado en la suerte suprema.

César Jiménez contó con el mejor lote, sin aprovecharlo. Estuvo por debajo del segundo toro y cumplió ante el quinto, del que consiguió un merecido trofeo. Con el nobilísimo y flojo Pijotero, el torero se perdió en un trasteo larguísimo y con altibajos. Comenzó con un manojo de derechazos, de rodillas. Jiménez dio muletazos sueltos por ambos lados, con cierto gusto, pero no redondeó. Mató de un bajonazo, tras el que rodó el toro rápidamente y parte del público solicitó una oreja. El presidente, suponemos que por el infame sablazo, se negó a concederla.

El quinto toro -605 kilos-, sin entrega en los primeros tercios, tenía fondo. Jiménez supo esperar y dosificar las embestidas. Extrajo naturales y derechazos de buen corte. Aunque precisó de un descabello tras una estocada casi entera, fue premiado con una oreja.

Antonio Ferrera no llegó a apostar decididamente por su noble lote, al que banderilleó de manera espectacular, con saltos tremendos, aunque faltó ajuste; destacando en sendos pares por los adentros. Ante el serio y alto que abrió plaza, que como defecto tuvo el de escarbar en la muleta, el extremeño no paró de rectificar terrenos y colocación.

Con el colorao cuarto, que metió bien la cara tras la franela, Ferrera se alargó en un trasteo interminable e insulso, recibiendo un aviso antes de entrar a matar. La labor resultó algo deslavazada y marcada por el unipase. Tras un pinchazo, se tiró a morir en la suerte suprema, saliendo cogido por el chaleco. El toro lo empitonó con su afilado cuchillo derecho. Se libró de milagro de una cornada terrorífica.

En el balance, dos trofeos: uno para Fandiño y otro para Jiménez. Sin duda, de mayor peso el conseguido por el primero. Porque en contraste con el diario guirigay de los tendidos, el torero vasco se impuso con su seriedad -sin rodillazos ni otras zarandajas para la galería- y continúa pidiendo paso. Brilló Fandiño, quien ayer recetó una estocada soberbia, en una actuación en la que, sobre la arena de la plaza de Pamplona, bombeó con fuerza su corazón torero y también hizo realidad, por momentos, el buen toreo.

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