Toros

Fernando Cruz abre la puerta grande en Valdemorillo

Cambió la moneda Fernando Cruz en Valdemorillo. Seis meses después del terrible percance sufrido en Las Ventas volvió a enfundarse un traje de luces el madrileño, que con el lote medio de una variada corrida de Victorino salió victorioso de la tarde y revalidó su ambiente en estos meses de gran actividad en los despachos.

El festejo dejó además un gran toro de Victorino, el tercero, y otro más exigente y bravo. Lamelas fue el agraciado y Aguilar el damnificado, pues en su bola del sorteo se juntaron los dos de más complicada catadura.

El publico serrano sacó a saludar a Fernando Cruz después del paseíllo y luego valoró su actuación con el segundo, un victorino ágil que apretó en varas, cortó en banderillas y exigió precisión y firmeza al madrileño, que siempre cruzado y llevando empapada la embestida del animal edificó una labor sólida en la que destacaron una serie por cada pitón además de la efectiva estocada que cerró su convincente actuación.

Al quinto astado le faltó raza pero dejar estar mucho al torero madrileño, que expresó su asentado concepto aunque la condición del astado nunca le permitió apretarlo.

Gran toro el que saltó en tercer lugar y que embistió con una profundidad extraordinaria, sobre todo por el pitón derecho. Por ese lado llegaron los mejores momentos de la faena de Alberto Lamelas, que tiró por momentos con largura y despaciosidad de la embestida del animal. El diestro sufrió una voltereta antes dejarse el premio por el mal uso de la espada. El último toro de la feria fue bravo y tuvo picante, se movió con raza y exigió al torero, que dio la vuelta al ruedo después de acabar con él de metisaca y estocada baja.

Sergio Aguilar saludó con apretados delantales al albaserrada que partió plaza, un animal que se revolvió con presteza en el capote y blandeó un tanto en varas. Esta aparente debilidad instó al vallecano a cambiar el tercio con un sólo puyazo y la falta de castigo la acusó el toro en la muleta, donde empezó reponiendo pronto y se orientó rápido hasta llegar a cazar a Aguilar en las postrimerías de una faena esforzada, mal coronada con los aceros. Un pájaro el cuarto, que empujó sin humillar en el peto y llegó orientado y midiendo al último tercio. Aguilar lo intentó con paciencia, pero el lucimiento era imposible.

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