Toros

Gran actitud de Javier Jiménez, que cae herido

plaza de toros de la real maestranza de sevilla Ganadería: Cinco toros de Alcurrucén y un sobrero de El Tajo -sexto bis-, de dispares hechuras y en su juego con el denominador común de la mansedumbre. Se salvó del naufraugio el tercer toro, por movilidad y nobleza. TOREROS: José Antonio 'Morante de la Puebla', de añil y azabache. Pinchazo hondo que escupe el toro y media estocada (saludos tras ovación). Bajonazo y tres descabellos (algunas protestas). Paco Ureña, de rosa y oro. Tres pinchazos, casi entera muy tendida y dos descabellos (silencio tras aviso). Media estocada (saludos tras ovación). Javier Jiménez, de blanco y oro. Pinchazo bajo y estocada hasta la mano defectuosa (vuelta al ruedo). Dos pinchazos (saludos tras ovación). INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Más de tres cuartos de entrada en una tarde calurosa. En la enfermería fue atendido Javier Jiménez de "varetazo corrido en región pretibial derecha y herida contusa en labio inferior que se sutura, de pronóstico leve". Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento del ganadero Antonio Pérez de San Fernando. En cuadrillas, destacó Lipi, que saludó tras prender un gran par al sexto toro.

El pésimo y manso encierro de Alcurrucén, completado con un sobrero, como sexto bis, de El Tajo, de mala condición, dio al traste con la primera corrida de la Feria de San Miguel, en la que se registró más de tres cuartos de entrada en una tarde calurosa. Un espectáculo en su conjunto plúmbeo y en el que destacó por su actitud Javier Jiménez, quien dio la única vuelta al ruedo en su primer toro y fue cogido por el sexto, que le propinó un varetazo en la pierna derecha y le hirió en el labio inferior, por el que sangró abundantemente.

Javier Jiménez, con el único animal potable, con movilidad y nobleza, el tercero, consiguió los momentos más ovacionados. Este ejemplar, Clarinete, de la familia de los músicos, que tan buenos toros ha dado, fue el único con recorrido y con buen son; desafinando el resto de astados. El espartinero, que ganó terreno a la verónica, comenzó su faena de manera vibrante, con una tanda diestra que abrochó con un pase de pecho tras recoger en un abrir y cerrar de ojos la muleta, tras un desarme. Por ese pitón logró otras dos tandas con la virtud de la ligazón. Con la zurda, con el astado más remiso, faltó limpieza en los muletazos. Mató al segundo envite de estocada defectuosa, por lo que el premio que se preveía -una oreja- quedó en una vuelta al ruedo.

Javier Jiménez, ante el sexto bis -el titular fue devuelto tras perder las manos en varas-, logró los mejores lances de recibo a la verónica y destacó en un quite variado, al que respondió Morante con unas chicuelinas y Jiménez le hizo frente con delantales. Lipi prendió un gran par de banderillas. Y Jiménez, que brindó la faena a Morante, realizó una labor con entrega en la que el toro alcanzó con un pitonazo al diestro en un cite. En la voltereta estuvo a punto de romperse la crisma, como ya le sucedió en Pamplona. Sin mirarse, continuó toreando. Tras dos pinchazos, el público ovacionó su entrega.

Morante, con el manso que abrió plaza, noble y que se quedaba cortísimo, Afanado II, el de La Puebla se afanó en una labor en la que únicamente dejó huella en tres destellos: un derechazo y un par de naturales. Y mató mal.

El cuarto, de Cariñoso únicamente tuvo el nombre. Fue un ejemplar con mal estilo. Y Morante, que para eso no suele darse coba alguna, ya salió preparado con la espada de verdad y..., sin ningún tipo de cariño, lo tumbó de un bajonazo y tres descabellos, entre algunas protestas.

Paco Ureña no se encontró cómodo ante el segundo, Amoroso, un astado que en sus intenciones tenía poco de cariñoso porque además de complicado, siempre estuvo tras la mata hasta llegar a la suerte suprema, en la que esperó con mucho peligro a un Ureña al que puso en serios aprietos a la hora de matar. Le atizó un terrible gañafón en la pechera.

Con el quinto, que de salida se fue a chiqueros, la canción se repetía, pero más desafinada. Esperó tanto en banderillas, que la cuadrilla de Ureña lo pasó mal y el presidente, saltándose el reglamento, cambió con un par de palos prendidos. Con el pésimo toro, el murciano cumplió en una tanda por cada pitón con muletazos estimables, aguantando algunas tarascadas.

En el espectáculo, que en su conjunto resultó muy pesado y extenso con un encierro pésimo, destacó la gran decisión de un Javier Jiménez que cayó herido y continúa creciendo como torero.

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