Toros

'Jaime Corazón de León', rey del valor y de la espada

  • Ostos desgrana sus vivencias toreras en la Maestranza, en lección magistral de Aula Taurina ante alevines toreros

Figura erguida, planta de torero. Jaime Ostos (Écija, 1931) llega a la Maestranza con su gabardina a la machaca -tal como el diestro cordobés Machaquito puso en boga un remate torero, recogiendo la capa sobre un hombro-. Jaime Corazón de León, como se le nombró en más de una ocasión por su enorme y desmedido valor habló a golpe, precisamente, de corazón, y más que concretar su tauromaquia fue jalonando su charla entre anécdotas, moderado por José Luis López, tras la presentación de Miguel Serrano, el responsable de Aula Taurina, organizadora un año más de un interesante ciclo de conferencias.

Entre las bóvedas y los carteles de toros de la Maestranza, Jaime Ostos echó la vista atrás en una plaza en la que hizo el paseíllo hasta en 45 ocasiones (37 corridas de toros y 8 novilladas), donde cosechó innumerables éxitos y en cuyo ruedo se le impuso la Cruz de Beneficencia. Todo eso lo fue desgranando, a saltos, un Jaime Ostos que llegó a sorprender al expresar que su mayor éxito en toda su carrera había sido "mi debut de novillero en Sevilla". Rezumando nostalgia, también recordó aquella tarde del 23 de mayo de 1968 en la que cortó cuatro orejas en el coso del Arenal.

El maestro, pese a su infancia en una familia acomodada, se echó al mundo "con una moneda de dos reales, de esas del agujero", en busca de la fortuna torera, porque "el torero nace". Y sin etiquetarse, destacó que "antes se toreaba igual que hoy, aunque antes se movía más el toro. Decías una vez 'aahhjj' y venía cinco; ahora le tienes que decir cinco veces 'aahhjj' para que venga una". Contó varias anécdotas de compañeros y concretó su cartel ideal, con "Miguelín, Paula y Ordóñez".

Entre las innumerables cornadas contó, en un relato estremecedor, la más grave, aquella que sufrió en Tarazona, de la que "me salvó Ángel Peralta, porque el doctor Valcarreres no puso un dedo en mi cuerpo. Peralta le dijo: 'Si usted no le mete mano, yo le opero como si fuera una yegua mía. Hicieron cola 300 personas para donar sangre. Me puso más de once litros. La extremaunción y estuve 11 días sin saber si saldría...".

Triunfos, sinsabores, pero fundamentalmente la alegría de "sentirme torero y ayudar en causas benéficas" por parte de uno de los estoqueadores más importantes de la historia, que destacó en esta suerte a Rafael Ortega, "el mejor de todos los que he visto matar a un toro en lo que supone la suerte más bonita del toreo".

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