Toros

Juli y Jiménez Fortes malogran con la espada un triunfo grande

La falta de contundencia con la espada, tras sendas faenas de valor y mérito, dejó sin posibilidad de disfrutar de un triunfo rotundo en Pamplona tanto a El Juli como a Jiménez Fortes.

Dos toreros valientes, entregados y con autoridad para resolver toros con notables complicaciones se negaron a sí mismos la salida por la puerta grande por la falta de contundencia con los aceros de muerte.

Tanto El Juli como Jiménez Fortes, el maestro veterano y el prometedor aspirante, habían cortado ya una oreja cada uno a los primeros toros de sus lotes y por eso echaron el resto con los segundos en pos de una salida triunfal, a pesar de que los astados les dieron muchas menos opciones de lucimiento.

El Juli, que fue premiado por una faena irreprochable técnicamente a un segundo toro de escaso motor y sin fuerza en los riñones, desplegó toda la autoridad de su muleta con el quinto, un rematado castaño que se reservó todas sus embestidas.

El diestro madrileño nunca le dejó desarrollar sus ganas de defenderse y violentarse, sino que impuso desde el primer momento su autoridad bajándole la mano y obligándole a tomar el engaño aun a regañadientes.

No tuvo el de El Pilar ni una sola posibilidad de tropezar la muleta de un Juli siempre afianzado en la arena y que dilató una faena que parecía improbable sólo unos minutos antes. Sólo los fallos con la espada, los únicos que tuvo durante toda la lidia, le negaron un premio muy merecido.

También Jiménez Fortes le había cortado una oreja a su primero, un escurrido y anovillado toro de El Pilar que, justito de fuerzas, tuvo una gran clase en su noble forma de embestir.

Descolgando el cuello y tomando los engaños con temple, el torillo pedía un pulso que no logró darle el malagueño hasta mediado el trasteo, que tomó su vuelo definitivo cuando Fortes echó las dos rodillas en tierra y cuajó una gran tanda de largos y lentos muletazos que puso en pie los tendidos pamploneses.

Para compensar el lote, al joven espada le correspondió en sexto lugar un toro de mucha seriedad y cuajo.

Acusó en el ruedo el de Moisés Fraile sus fechorías mañaneras moviéndose por la plaza con poder y sin ninguna entrega, rondando con incertidumbre y con los pitones en la nubes, la cintura de su matador.

Pero no por ello se amedrentó Fortes, sino que hizo un alarde de valor para pasarse por delante esa tremenda y experta cornamenta una y otra vez, con una férrea plomada sobre la arena durante una faena de largo metraje que resolvía cualquier duda sobre sus ganas de triunfo. Pero una estocada defectuosa y dos golpes de descabello le dejaron sin posibilidad de una muy merecida recompensa.

Juan José Padilla fue recibido de nuevo como un ídolo en Pamplona, pero esta vez el jerezano se encontró con dos toros sin apenas opciones: un primero rajado a las primeras de cambio, al que banderilleó con vibración, y un cuarto desrazado con el que, buscando la complicidad de las peñas de sol, mostró su versión más populista antes, también, de fallar con los aceros.

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