Toros

Un Manzanares en plenitud corta tres orejas en la Feria de Albacete

  • Hermoso de Mendoza y Castella se van de vacío ante una corrida de Victoriano del Río

José María Manzanares abrió ayer la puerta grande del cuarto festejo de la Feria de Albacete. Cortó una oreja del primero y desorejó al que cerró plaza, el mejor toro de Victoriano del encierro.

Pablo Hermoso de Mendoza tuvo un perfecto colaborador en el de Fermín Bohórquez, con muchos pies, encelado y con temple. El navarro se lució especialmente con Chenel, en quiebros ajustados y regates a dos pistas, y con Ícaro, con auténticos muletazos con los ijares. El medio rejón se le fue exageradamente trasero y bajo y la magnífica labor no tuvo recompensa. Ovación. Tuvo menos suerte en el cuarto. Su segundo tuvo mucho menos ímpetu y casta. Lo tuvo que cuidar en pasajes breves y poco exigentes, sin alcanzar la intensidad del toro anterior. Además, el rejón tambien se le fue trasero y bajo después de un pinchazo. Ovación.

Sebastián Castella apenas obtuvo un par de series sobre la derecha de un toro vareado y descastado que fue a menos. El segundo del lote de Castella ha sido un toro basto sin virtudes, embestía arreones después de hacer un repaso a los alamares del vestido. Cuando el francés conseguía meterlo en la muleta, la tomaba sin celo y salía con un derrote. Con media baja y un descabello, un aviso y silencio.

Manzanares tuvo el gran mérito de sacar partido a un toro que parecía no tener ninguno: brusco, violento, tirando derrotes al cuello del caballo, a las hombreras de los banderilleros y a la muleta que siempre le puso por delante. Un trincherazo cambió el curso de la faena. Primero en línea recta, sin apreturas, y luego rebozándose sobre ambas manos. La resignación del respetable se hizo entusiasmo. Una estocada contraria y una oreja que se antojaba imposible. Faena de maestro.

El que cerraba plaza fue el mejor de los victorianos, con diferencia, aunque sin llegar a ser de bandera. Al menos tuvo fijeza y voluntad de repetir. Manzanares lo aprovechó al máximo. Series intensas con ambas manos y cada vez de más muletazos. Al principio, tres y el remate para terminar con tandas de cinco, entre el entusiasmo general. Un estoconazo marca de la casa y dos orejas.

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