Toros

Padilla triunfa en Zaragoza en memoria de María de Villota

  • El torero jerezano brindó un toro a la piloto de automovilismo fallecida que, como él, perdió un ojo en accidente profesional

Seguro que Padilla y María de Villota hablaron muchas veces, y se consolaron mutuamente, de sus casos tan coincidentes. Y que se dieron ánimos tras cada una de las operaciones quirúrgicas a que tuvieron que someterse.

Ambos perdieron un ojo durante el ejercicio de su actividad profesional: la piloto de automovilismo, hace poco más de un año, en un accidente durante unas pruebas en Inglaterra; Padilla, hace ya dos y en esta misma plaza, corneado en banderillas.

Por eso Padilla quiso honrar en Zaragoza a su amiga, fallecida hace tras un derrame cerebral. Salió al paseíllo con un brazalete negro de luto. Y, cuando tocaron a matar a su primero, se fue a los medios para brindar al cielo, en memoria de quien, como él, también fue ejemplo de superación.

Se entregó Padilla en recuerdo de María de Villota para conseguir así un triunfo legítimo. Y, con un público entregado, tras recibir a ese toro a portagayola, banderilleó con vistosidad y le hizo luego una faena animosa que resultó más emotiva por el contexto que por la intensidad del toreo. Un pase de pecho mirando no al tendido, sino también al cielo remató el trasteo antes de que le pusiera fin con una gran estocada en los mismos medios.

Se le pidió a Padilla una segunda oreja del toro, igual que sucedió en el quinto, al que saludó con las manos bajas a la verónica. Esta vez brindó el jerezano a su cuadrilla, pues cerraba una temporada en la que ha liderado el escalafón de matadores.

Sólo que este ejemplar duró menos que el anterior y fue perdiendo celo hasta pararse, cuando Padilla aprovechó para meterse en la distancia corta y darse al efectismo. El jerezano tuvo siempre de cara al público que, tras la estocada, rompió en cánticos de "¡Padilla maravilla!".

El Cordobés fue volteado aparatosamente por los dos toros de su lote, que, paradójicamente, no ofrecieron mayores complicaciones. Pero es que a Manuel Díaz se le notó poco habituado a enfrentarse últimamente a animales de tanto volumen y seriedad. Eso le hizo manejarse con cierta cautela, colocado tan al hilo del pitón en los cites que los dos toros terminaron por verle y colársele.

El Fandi, que banderilleó con suerte desigual, les pegó muchos pases tanto al soso tercero como al genuino sexto, en dos faenas de escaso compromiso y eco.

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