Toros

Sólo Miguel Ángel Perera saca tajada entre un desastre ganadero

séptima de la feria de pilar Ganadería: Cuatro toros de Daniel Ruiz, de muy desigual presencia y seriedad, que dieron juego dispar y dos de La Palmosilla (1º y 2º, éste como sustituto de uno de los titulares lesionados), bien presentados, de buen juego uno y manso declarado el otro, TOREROS: Miguel Ángel Perera, oreja y silencio..José Garrido, ovación tras aviso y silencio. Ginés Marín, ovación tras petición de oreja insuficiente y silencio. INCIDENCIAS: Plaza de toros de Zaragoza. Más de dos tercios de entrada.

El buen juego del único toro con verdaderas opciones permitió al diestro Miguel Ángel Perera pasear la única oreja concedida en la corrida de la feria del Pilar, que resultó un auténtico desastre ganadero entre la mansedumbre y las lesiones de la mayoría de los astados. El primero bis, de La Palmosilla, tuvo tan buenas hechuras como noble condición, o al menos la suficiente para que Miguel Ángel Perera la aprovechara en una faena correcta y asentada pero de medida pasión, en la que el astado también se dolió de una de sus extremidades, sin que por ello mermara su juego. El momento más intenso y reseñable del trasteo fue una excelente pero aislada serie de naturales en la que el torero extremeño se decidió a llevar sometidas con los vuelos de la muleta las embestidas de un animal que respondió con mayor entrega y profundidad que la que puso cuando se le exigió menos esfuerzo. Pero en el mismo momento en que, embistiendo al capote de Garrido, el segundo toro se fracturó la pata delantera izquierda, se rompió también la corrida, perdida entre las lesiones y la mansedumbre de la mayoría de los toros que fueron saliendo por chiqueros. Uno de los que estuvieron vacíos de bravura fue el sobrero de La Palmosilla que sustituyó al primer lesionado y volvió grupas a José Garrido a las primeras de cambio para buscar la salida por todo el ruedo.

Garrido intentó sujetarle en la tela, pero, de tanto importunarle en su huida, el manso se revolvió con genio para propinarle una seca voltereta de la que el torero tardó en recuperarse, hasta que, despojado de la chaquetilla, pudo volver a la cara para estoquearlo con poco acierto. Con el quinto, flaco, terciado y cornalón, Garrido no pudo más que poner voluntad.

La misma mansedumbre que el sobrero, aunque distinto hierro, tuvo el cuarto de Daniel Ruiz, un cinqueño feo y voluminoso. Perera quiso fijarlo y someterlo, pero le resultó imposible conseguirlo en una faena larga y paciente, pero en la que el buey siempre salió huido de cada intento.

Otro de los toros que se dañó una pata fue el tercero, que tapó su escaso cuajo tras una cuerna aparatosa. El momento en que se produjo la lesión fue en la apertura de faena del joven Ginés Marín, que le instrumentó como aperitivo una espectacular arrucina de rodillas en el centro del anillo. Aunque se apagó pronto, y no acusó la fractura hasta el final del trasteo, este toro regaló unas entregadas y despaciosas embestidas que el tercer extremeño del cartel no llegó a apurar por ciertos desajustes técnicos y su ligereza en iniciar y acumular los pases.

La mejor versión del prometedor Marín se pudo ver ya con el sexto, en otra soberbia y ralentizada serie de naturales, acoplado con reposo y mando a las también buenas y escasas arrancadas de un toro que, como la propia faena, se fue enseguida a menos.

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