Toros

La escuela de Galloso salva la dignidad de la plaza de El Puerto

  • La empresa y el Ayuntamiento le dan la espalda a la clase práctica que se celebra sin banda de música, clarines ni alguacilillos y superando muchas dificultades

GANADERÍA: Cuatro erales y un añojo, quinto, de Herederos de José Luis Osborne, blandos pero de muy buen juego destacando el cuarto, premiado con la vuelta al ruedo. ALUMNOS: Miguel Ángel Silva, de la escuela de Badajoz, dos orejas. Jesús Nieto, de la escuela de Algeciras, oreja. David Merino, de la escuela de El Puerto, oreja; Pablo Cuenca, de la escuela de Moralzarzal dos orejas y rabo. Jaime Casas, de la escuela de Moralzarzal, ovación al doblar. Incidencias: Un tercio largo de plaza.

Increíble, el toreo está tocando fondo en El Puerto. La empresa, que tenía la obligación de montar cinco novilladas con picadores, se ha ahorrado un dinero y las ha sustituido por dos clases prácticas organizadas por la escuela taurina local, "La Gallosina". Y ello con la venia del Ayuntamiento.

Se ahorran diecinueve novillos, presentan los festejos en el Castillo de San Marcos, anuncian las clases prácticas en el cartel del abono como gratuitas, regalan las entradas a los abonados y ponen el cuño de la empresa en el cartel.

Pero eso de "gratuitas" se refería a que el tema le saliera gratis a la empresa y a la hora de la verdad, la empresa ratea los gastos. Galloso se queda solo y el Ayuntamiento encubre la fechoría.

¿Quien paga al personal, médicos alguacilillos, banda de música, clarines y las mil puntadas que tiene un festejo? Ahí tienes los novillos y apañaté. Ayer no hubo música, ni alguacilillos, ni clarines y Galloso y su equipo supliéndolo todo, y la afición del personal de plaza que colaboró.

Los alumnos lo bordaron, el ganado superior, la organización milagrosa, el público extraordinario y hasta haciendo sonar palmas por bulerías. Ese milagro del empuje de las escuelas y del maestro Galloso y sus desinteresados colaboradores salvó la dignidad de la Plaza Real.

Nunca hacemos crónica de los no profesionales, hoy tampoco, pero tenemos que denunciar este maltrato a la plaza, a la afición y a la escuela. Ayer aquello era como una pista de coches choques, con música de megafonía, sin clarines y con caballistas voluntarios, a la vaquera en vez de alguacilillos.

Fue un triunfo de la entrega de todos, o casi todos. Hoy, si el Ayuntamiento no lo remedia -Serolo no lo va a remediar- se repetirá el milagro y la fechoría. No necesitamos antitaurinos, el toreo tiene el enemigo en casa.

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