Toros

Más novilleros que ganado en la apertura de la feria otoñal en Las Ventas

El pobre juego de una novillada sin apenas fondo de raza de los hierros de El Tajo y La Reina, propiedad ambos del matador de toros Joselito, hizo que resultaran vanos todos los esfuerzos de la terna de aspirantes que abrió ayer la Feria de Otoño de Madrid.

Manolo Vanegas: silencio; ovación.

Pablo Aguado: ovación tras aviso; ovación tras aviso.

Rafael Serna: ovación; silencio.

Aguado fue atendido en la enfermería de una traumatismo facial con hematoma en la región malar izquierda y un puntazo en la cara posterior de la parrilla costal derecho, pendiente de estudio radiológico y de pronóstico reservado.

Entre las cuadrillas, Ángel Gómez saludó tras banderillear al segundo.

Con el segundo de la tarde, el sevillano Pablo Aguado dejó ver de nuevo su clásico concepto del toreo, aunque su faena tuvo mejores intenciones que resultados.

Intentó el sevillano resolver la tarde con el fino sobrero de Ave María, yéndose a la misma boca de riego para recibirlo allí con una larga cambiada de rodillas, que resultó muy apurada por lo cerca del pecho que le pasaron las astas del utrero.

Como Aguado insistió en su actitud, el animal se le vino encima en el siguiente embroque hasta prenderle y, ya inerte sobre la arena, darle una auténtica paliza de la que salió solo con contusiones y un puntazo.

El venezolano Manolo Vanegas recibió a su primero con dos faroles de rodillas y lo toreó con la misma ambición que mostró a lo largo de toda la tarde.

Cometió, si acaso, el error de "atacar" de más a este último, de quedarse siempre tan cerca de los pitones que no siempre el toreo surgió con fluidez. Pero, con todo, siempre es de agradecer que los novilleros pequen más por exceso de ganas que por defecto.

Por su parte, al también sevillano Rafael Serna, que volvía a Madrid tras la muy grave cornada sufrida en este mismo ruedo el pasado mes de junio, le correspondieron dos novillos afligidos con los que se alargó infructuosamente hasta que desde el tendido le apremiaron a poner el punto final a un discurso sin eco.

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