Toros

Dos toros sobresalientes facilitan el triunfo de El Juli en Zaragoza

FERIA del pilar en zaragoza Ganadería: Tres toros para rejones, de Hermanos Sampedro, Carmen Lorenzo y Los Espartales, con volumen, cuajo y escaso celo. Y tres para lidia a pie, de Garcigrande, terciado y a menos; Daniel Ruiz, fino y encastado, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; y Alcurrucén, de preciosas hechuras y de gran clase en la muleta. REJONEADOR: Diego Ventura pinchazo y rejonazo contrario trasero (silencio); dos pinchazos y rejonazo contrario (ovación); rejonazo trasero (oreja) MATADOR: El Juli caída trasera (ovación); delantera (dos orejas); desprendida (oreja con fuerte petición de la segunda). Salió a hombros INCIDENCIAS: Algo más de tres cuartos. Segundo festejo de abono

Se cumplían quince años desde que otro día del Pilar El Juli le cortó un rabo a un gran toro de Núñez del Cuvillo en esta plaza.

De entonces han cambiado muchas cosas en la carrera del madrileño, como su forma de torear, más apasionada y redonda en sus primeros años.

Ayer El Juli no competía con el rejoneador sino consigo mismo no, con el recuerdo de aquellos éxitos de juventud y, sobre todo con el sobresaliente juego de los dos últimos toros.

Su faena al terciado cuatreño de Garcigrande que abrió su lote fue mero ejercicio de técnica para no dejarse ganar la partida por el creciente genio del animal. En cambio, los otros dos toros le pidieron un extra de entrega y hondura que no siempre afloró.

Pescadero, de Daniel Ruiz cuarto, se lo exigió por la encendida bravura que manifestó. El encastado animal puso todo de su parte en cada embestida, empujando con los riñones en cada arrancada y repitiéndolas con celo. El Juli las pasaba con facilidad pero sin un mayor compromiso en las tres series de muletazos fundamentales que le ligó.

Hasta entonces, la faena no levantó el vuelo que tomó cuando el torero se metió en cercanías para, sin enmendarse, ligarle circulares y otros alardes que enardecieron los tendidos hasta llevar a pedirle las dos orejas.

El sexto, bello y entipado alcurrucén, fue tanto o más exigente. La calidad suprema de sus embestidas pedía a gritos una muleta honda, templada e inspirada.

El Juli lo llevó toreadísimo en los doblones iniciales del trasteo de muleta, en los que sujetó y alargó aún más tan evidente clase bovina. Pero al cuerpo central de la faena le sobró un punto de tensión formal por parte del torero, que, rígido y a veces a empujones de cintura y de muñeca, no siempre se acopló a la dulzura del toro, hasta que hubo de recurrir de nuevo a los alardes finales de cercanías para amarrar un triunfo que la presidencia acertó en dejar en una sola oreja.

Otro trofeo paseó finalmente Diego Ventura, que se mostró impreciso en casi todas las fases de la lidia de sus tres toros, con embroques abiertos y de poco ajuste para clavar hierros y banderillas, y con un toreo poco fluido ante el escaso celo de sus enemigos.

Falló Ventura además al matar en los dos primeros turnos, pero, tirando de habilidad, acertó a la primera con el sexto.

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