Pregón taurino

Una cita con la trascendencia

  • Araceli Guillaume-Alonso defiende la hondura de la Fiesta, donde "todo brilla pero nada es superficial"

Araceli Guillaume-Alonso durante el pregón.

Araceli Guillaume-Alonso durante el pregón. / M.J.López

En su memoria sentimental, la catedrática emérita de La Sorbona Araceli Guillaume-Alonso (Baracaldo, 1947) alberga el recuerdo de una emoción poderosa: la que sintió cuando se convirtió en una espectadora en la distancia, a través de la televisión, de las corridas de la Feria de Abril. Esta doctora en Filología Hispánica aún rememora el impacto que le causaron, cuando ella era apenas una adolescente, las maneras de Juan García Mondeño, el diestro al que vio en una de aquellas retransmisiones. "Me pareció guapo con su pelo cano y muy apuesto. Sé que cortó tres orejas y que triunfó, pero recuerdo sobre todo una verticalidad majestuosa que quizás marcara aquel día mis gustos taurinos de manera duradera", evoca. Una verticalidad que desde aquella sobriedad primera reivindica "sin grandes alardes, toreando con los brazos y la cintura, con gran economía de ademanes para conseguir un máximo de efecto". Un toreo que, prosigue la especialista, "tiene también la virtud de poner de relieve el contraste entre la verticalidad del hombre y la horizontalidad del toro, dando gran emoción y pleno esteticismo al encuentro entre los dos protagonistas".

Medio siglo después de aquella revelación que sitúa por el año 1966, Guillaume-Alonso regresó ayer a Sevilla, "la cuna de mi primera afición a los toros porque aquel torero y aquellas corridas me prepararon para la afición que desarrollaría pocos años después", para pronunciar en el Teatro Lope de Vega el Pregón Taurino de esta temporada. Y tal vez porque su amor por la Fiesta se inició cuando apenas era una muchacha quiso resaltar la importancia de transmir ese antiguo legado a los más jóvenes. "Quiero brindar esta faena de papel, este toro de palabras y de conceptos, a los niños, a los adolescentes. Ser aficionado a los toros no es sólo elegir una forma de ocio o una manera de pasar la tarde, ni un momento de relaciones sociales... Es eso, claro, pero también es mucho más", sostuvo la profesora, "sobre todo hoy, en tiempos de confusión y duda para muchos: ser aficionado a los toros, y esto también merece pregonarse, es afirmar un concepto de la vida, es buscar un sentido a las cosas, más allá del mero entretenimiento y de las apariencias".

Foto de familia tras el acto en el Teatro Maestranza. Foto de familia tras el acto en el Teatro Maestranza.

Foto de familia tras el acto en el Teatro Maestranza. / M.J.López

Así, Guillaume-Alonso señaló la trascendencia de la lidia, y sugirió "prolongar la experiencia de la plaza en la conversación y en el análisis, porque hablar de toros importa, hablar de toros es recrear el momento que se fue, es compensar lo efímero del arte de torear. Y es razonar, porque en una corrida de toros todo brilla pero nada es superficial". Una convicción que le llevó a definir como "nuestra obligación" el "transmitir la afición a los toros a nuestros menores como transmitimos creencias, usos y costumbres, tradiciones familiares, lecturas que amamos, músicas, recuerdos entrañables. Transmitir es enseñar y es enseñar a amar".

La profesora de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla Fátima Halcón Álvarez-Ossorio, que presentó a Guillaume-Alonso, destacó precisamente de ella su entusiasmo por divulgar la grandeza de la tauromaquia y abordarla desde el ámbito académico. "No hay reunión, congreso, jornada universitaria o similar en los que, actuando de conferenciante de cualquier tema, no incluya un exhorto en su defensa". La de ayer, por cierto, fue la primera vez que, como expuso Halcón Álvarez-Ossorio, "dos damas nos enfrentamos a tan aficionado y respetable público para pronunciar el Pregón". En 2014, Esperanza Aguirre fue la primera mujer que recibía el encargo de la Real Maestranza de anunciar el comienzo de la temporada taurina, pero entonces la presentación de la invitada corrió a cargo de un hombre, el ex presidente de la Junta de Andalucía José Rodríguez de la Borbolla.

En su intervención, Guillaume-Alonso, que se describió como "binacional, francesa cuando estoy en Francia y española cuando estoy en España", puso el acento en la necesidad de garantizar el futuro de la Fiesta, pero también se remontó, en un recorrido tan erudito como ameno, al pasado. Entre otras épocas, a la primavera de 1526, cuando el emperador Carlos V, "Carlos de Habsburgo, ese hombre surgido de las brumas del norte de Europa, educado por sesudos ayos de austeras costumbres, amante de torneos medievales y de justas caballerescas, se asomó a Sevilla para desposarse con su prima Isabel", y cayó deslumbrado por la fastuosidad del Alcázar y también por una celebración, la de la fiesta de los toros, que en nada se parecía a los referentes que él manejaba; o a los tiempos de Felipe V, "hombre melancólico y depresivo que poco apreciaba las corridas de toros", pero que sin embargo, en los cuatro años "desastrosos para las arcas municipales" que duró su estancia en Sevilla, de 1729 a 1733, concedió importantes privilegios a la Real Maestranza de Caballería que luego ayudarían a la pervivencia de la tauromaquia.

La investigadora se detuvo en un siglo XVIII lleno de contradicciones, cuando se producen "gran número de movimientos antitaurinos que originan ciertos ilustrados", pero también "cuando se definen los rasgos de las corridas modernas". Una consolidación en la que Sevilla jugaría, según la profesora, un papel fundamental: por ser "una ciudad importante", en "el centro de unos núcleos en los que van a surgir toreros y estirpes taurinas que están en la mente de todos: los Romero de Ronda primero, los Chiclaneros después, además de los propiamente sevillanos Pepe Hillo o Costillares"; por haber tenido siempre "una tradición de toreo a pie vinculado al matadero, del que dan fe los documentos conservados"; y las cualidades del toro "que se criaba en la Baja Andalucía, respecto del que se daba en Castilla: más bravura y mayor fijeza".

En su pregón, Guillaume-Alonso explicó los orígenes de la Feria de Abril, pormenorizó el calendario de la primera edición, de la que ahora se cumplen 150 años, y relató cómo pronto las casetas y la parte de ocio se impusieron al carácter ganadero con el que había nacido la cita. En este sentido, la profesora subrayó la relevancia de la tauromaquia para dar otra dimensión a las fiestas de la primavera sevillana. "El real de la Feria, con sus casetas tan esmeradamente decoradas, es un lujo que Sevilla exhibe ante sus visitantes, pero, sin toros, con la Maestranza vacía, el real sería muy insuficiente para expresar las inquietudes, los sentimientos encontrados del alma sevillana".

Entre los autores a los que citó, Guillaume-Alonso recurrió a José Ortega y Gasset, que decía que "la tauromaquia es la más viva expresión del vitalismo español", recordó la investigadora. "Para Ortega, hay pueblos que han aportado al legado compartido de la Humanidad el pensar y otros el decir. España con los toros aporta el hacer". En sus palabras la profesora también recuperó unos versos de Miguel Hernández escritos hace 80 años: "No soy de un pueblo de bueyes , / que soy de un pueblo que embargan / yacimientos de leones, / desfiladeros de águilas / y cordilleras de toros / con el orgullo en el asta". Ese orgullo, advierte Guillaume-Alonso, "es el del toro picassiano del Guernica, que también cumple 80 años esta primavera, y que permanece erguido en medio del caos. Seamos toro orgulloso de nuestra afición, que no buey dócil y adocenado. Acudamos a la Feria con nuestras mejores galas".

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