Cincuentenario MEMORABLE · CAPÍTULO III

El tráfico atrapó a Manuel Benítez

  • A los cincuenta años de su celebración, esta serie rememora la Feria más brillante que se recuerda, la de 1967. El martes, primer día ferial, Diego Puerta y Paquirri hubieron de hacer solos el paseíllo.

Capote de paseo y montera en la mano, Manuel Benítez llega por el callejón en compañía de un sonriente Paquito Ruiz, su peón de confianza.

Capote de paseo y montera en la mano, Manuel Benítez llega por el callejón en compañía de un sonriente Paquito Ruiz, su peón de confianza. / diario de sevilla

Esta tercera entrega se centra en la primera corrida de farolillos, un martes rutilante de reventón en el Prado de San Sebastián, no hay billetes en las taquillas de la Maestranza y un cartel rematadísimo. Abre plaza el gran Diego Puerta, que es un seguro de que habrá espectáculo con su sobredosis de valor y de sevillanía. Pero el plato fuerte es el gran ídolo de esa década prodigiosa, el torero que paralizaba a todo el país cuando se televisaba su corrida y que aseguraba el lleno en cuantas plazas se anunciaba. Y para rematar el cartel, una figura emergente que aparecía, como Diego, por segunda vez en esta Feria. Se trataba de Francisco Rivera Paquirri, que ya el sábado de preferia había desorejado a los dos de su lote de María Pallarés.

Pero saca el presidente, Manuel Zambrano, el pañuelo y la sorpresa es que en la puerta de cuadrillas sólo aparecen dos toreros. Puerta a la izquierda y Paquirri a la diestra en vez de hacerlo en el centro, tal como le corresponde por orden de antigüedad. Estupefacción en los tendidos porque el que no está es el que más gente ha hecho pasar por taquilla. Manuel Benítez no ha llegado a la plaza y como la puntualidad era en aquel tiempo norma de obligado cumplimiento, el paseíllo se cumplimenta sin su presencia.

Rechazada la corrida de Núñez, la del Marqués de Domecq no dio la talla

La plaza es un runrún de sorpresa e incredulidad, lo nunca visto se está dando en el primer templo a Tauro con los tendidos abarrotados, el sol en todo lo alto y Sevilla en Feria. Cuando Puerta y Paquirri han cambiado la seda por el percal aparece El Cordobés. Con el capote de paseo al brazo y la montera en la mano, de tabaco y oro, el torero acude a dar las debidas explicaciones al delegado gubernativo, éste se las hace llegar al presidente y no hay más que hablar, suenan los clarines para que salga el primero y salta a la arena Enanito, un toro negro con bragas.

La corrida venía tocada de ala desde el reconocimiento en los corrales, ya que fueron rechazados los toros anunciados de los Herederos de Carlos Núñez y sustituidos por seis del Marqués de Domecq. No fue gran cosa ese primer toro, pero el que estaba delante, no levantaba el pie del acelerador ni por equivocación, Diego Puerta, de lila y oro, tanto con ese capote suyo tan sevillano como con la muleta, porfió muy cerca de los pitones hasta sacarle al animal su última gota de bravura. Muy decidido mató al toro de una estocada y dio la vuelta al ruedo.

El Cordobés tenía la tarde ciertamente torcida. La expectación por verle en su primera tarde ferial se emponzoñó con su ausencia en el paseíllo. Ni siquiera esos lances de torniquete, tan celebrados habitualmente, fueron recibidos con agrado por la afición sevillana. Lances heterodoxos que alguien describió como si el capote lo cogiese como cogían los tranviarios los mandos. Con la muleta se fue lejos para recibirlo sin inmutarse, pero se inmutó y ya el personal apenas le agradeció nada de lo que le hizo a Holgado, un negro zaíno con 479 kilos de peso. Mata de media estocada y el público se enfada tras aplaudir al toro en el arrastre, sobre todo para molestar al torero.

Y es que la corrida del Marqués no iba a darle lustre a la prestigiosa divisa jerezana. Sibarito se llama el primero de Paquirri, un toro con más genio que bravura, más codicioso que otra cosa. Paco, de salmón y oro, le hace de todo con el capote, desde las verónicas a las ceñidas chicuelinas. Banderillea con su destreza habitual, brinda a la plaza y se monta materialmente en un toro poco colaborador. En un natural es arrollado, se levanta sin mirarse, mata de un estoconazo y da la vuelta al ruedo tras haber sido pitado el toro en el arrastre.

Sale el cuarto de la tarde, se llama Huracán y es negro listón. A la salida de este toro se produce lo más torero de toda la tarde y es la forma en que Antonio Fernández Almensilla lo corre a una mano. La Maestranza cruje con la torería del grandísimo banderillero sevillano y todo está a punto para que Puerta redondee otra tarde en la plaza de su Sevilla. No puede ser, el toro escarba, prueba y se pone imposible, por lo que todo queda en cariñosa ovación a Diego, al que le queda un último cartucho, el del sábado con la corrida de Urquijo.

Llegar tarde le pasó factura a Manuel Benítez, que apenas dio una a derechas

El quinto de la tarde se llama Cuidadoso y no va a mejorar a sus hermanos. La tarde se le ha torcido definitivamente al Benítez, insiste sin convencimiento y cuando mata al enésimo golpe de verduguillo oye crispada música de viento. Al que cierra plaza, Cariñoso y también de pelo negro, lo recibe Paquirri con una larga de rodillas como comienzo de todo su repertorio. Banderillea con lucimiento y está en el último tercio muy por encima del toro. Mata con prontitud y se va de la plaza ovacionado.

La corrida no pasó a los anales si no fuese por el inusual detalle de que uno de los toreros no hiciesen el paseo. Era primer día de Feria y la ciudad estaba con el tráfico atascado. Manuel Benítez fue víctima de ello en un monumental atasco en el Paseo de Colón. Nunca había pasado y nunca se repitió que un torero llegase tarde a su cita con Sevilla. Lo cierto es que cuesta arriba de toda la tarde arrancó ahí para el gran ídolo de entonces.

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