José tomás

Un tremendo mapa de cicatrices

  • El diestro madrileño sufrió en 1996 una cornada más grave, también en México, en Autlán la Grana, tras la que tuvo dos paros cardiacos antes de ser operado · Ha sufrido una veintena de percances.

La cornada sufrida por José Tomás en el muslo izquierdo, en la plaza de toros mexicana de Aguascalientes, aumenta ese tremendo mapa de cicatrices que es el cuerpo del madrileño, un torero muy castigado, entre otras cosas, porque no suele reservarse. Es curioso. Entre las últimas incongruencias que algunos han propagado, se encuentra la de que José Tomás no era últimamente herido porque torea con una malla protectora, ligera y de Kevlar, el material que se usa para los chalecos antibalas. “¡Por eso es tan valiente y no tiene miedo!”, me han dicho algunos.

José Tomás ha sufrido una veintena de percances de distinta consideración, varios de ellos de gravedad. Curiosamente, en la misma plaza, en Aguascalientes, y en la misma zona, el muslo izquierdo, ya sufrió en 1994 una cornada de 30 centímetros. Fue su bautismo de sangre. Y también en México vivió los peores momentos de su vida torera. Sucedió en Autlán la Grana, el 18 de febrero de 1996. Tuvieron que transferirle varios litros de sangre. Un toro de Begoña le propinó un cornalón en el muslo derecho. Se debatió entre la vida y la muerte durante algunos días, sufriendo dos paros cardiacos. Acababa de tomar la alternativa en la México, en el invierno de 1995. Por entonces lo apoderaba Santiago López -uno de los donantes-, quien me dijo que fue el propio torero el que tranquilizaba a los médicos, mientras un cura andaba cerca de la enfermería para darle la extremaunción.

El cuerpo de José Tomás –por olvido de la maravillosa malla protectora– es una orografía de cicatrices, que también recala en su tierra, Madrid. En Las Ventas, el 2 de junio de 1997, un toro de Los Bayones le propinó otro tabaco terrible. Aquí, en Sevilla, tras dos Puertas del Príncipe, cambió otra –tenía ya ganadas dos orejas y sólo precisaba una- por una cornada en un muslo, que recibió a cambio de una estocada, en la que entró tan cruzado que era imposible vaciar el viaje sin ser cogido– por la de la enfermería. El doctor Ramón Vila me dijo que había entrado a la enfermería como el que entra en un bar a consumir una tapita. “Las pulsaciones eran como las de una persona en reposo”; me comentó el galeno, asombrado.

El 9 de abril de 2000, en Zaragoza, un toro de Marca le infirió dos cornadas en la misma zona. En Badajoz, el 22 de junio de 2002, un juanpedro le acarició la axila derecha, continuó toreando y el toro le infirió otra cornada en la rodilla derecha.

Tras su retirada y regreso a los ruedos continuó asustando a los públicos. No tardaron en llegar más cornadas, como la de Linares, el 29 de agosto de 2007, donde un toro de Núñez del Cuvillo le corneó el muslo derecho. En Jerez, el 3 de mayo de 2008, otro toro de la misma ganadería le hirió en el cuello y estuvo a punto de cortarle la yugular. Y nadie olvida la grandeza de este torero para olvidarse de su cuerpo en aras del toreo. Sucedió en Las Ventas –cuya Puerta Grande ha abierto en seis ocasiones-, el 15 de junio de 2008. Un mismo toro le infirió tres cornadas, la más grave de 20 centímetros en la pierna derecha.

Y algunos hablan de malla protectora...

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