Verano

Los toros eran la excusa

  • El mano a mano entre José Tomás y Morante en El Puerto se convirtió en el evento social del verano en Andalucía.

La puerta número 59 de la Real Plaza de Toros marcaba la frontera. Los que la cruzaban eran los privilegiados. Los que no, los no tanto. Porque ayer, en El Puerto de Santa María, había dos tipos de personas. Los que tenían entradas para ver el duelo entre José Tomás y Morante y los que no. Y algunos quisieron acercarse a esa frontera para consolarse, al menos, viendo a quien pasaba a es mini mundo en el que se convirtió el centenario coliseo.

Esa puerta 59 es la puerta grande del coso taurino portuense. Por ella entraron buena parte de las celebridades y resto de famosos que ayer asistieron a la corrida. Y allí se congregaron cientos de curiosos para ver quien llegaba.

Porque, desde tres horas antes de que comenzara la corrida, los aledaños de la Plaza de Toros eran un hervidero. Los bares de los alrededores se llenaron. Buen fin de semana el que han tenido los próximos a la Plaza con varios festejos taurinos de altura (hubo llenos en la corrida de rejoneo de la noche del viernes, en la de El Juli del sábado y, por supuesto, en la de ayer).

Desde hacía horas varias televisiones nacionales se agolpaban a los alrededores buscando declaraciones de aficionados para que hablaran de la que algunos han venido en denominar como la corrida del siglo.  De hecho, así la presentaban desde la mañana en algunos informativos.

Y, mientras tanto, poco a poco se seguían llenando los aledaños de la puerta 59 del coso taurino. La rumorología empezaba a sonar. “A mí me han dicho que viene el Rey”. Le decía una señora a su amiga. “Pues yo he visto a la Vicky Martín Berrocal intentado aparcar”, le respondía otra. Qué más daba que José Tomás y Morante se jugaran la vida en el foso taurino en un duelo histórico. Lo importante era ver y fotografiarse con un famoso. Y mientras tanto, en lugares más alejados de la Plaza, los reventas seguían intentando vender las entradas que aún le quedaban.

A las seis menos cuarto de la tarde se abrían las puertas de la plaza, un cuarto de hora antes de lo habitual para hacer más fluido el acceso ya que el lleno estaba asegurado. Mientras, el acceso a los alrededores de la Plaza se hacía cada vez más complicado. Y, a esa hora, encontrar un aparcamiento era ya más difícil que hacerse con una entrada en barrera de sombra.

A las seis de la tarde comenzaba el desfile de famosos por las inmediaciones de la puerta grande, lo que provocó que los curiosos se agolparan aún más. Uno de los primeros fue Lucas, del dúo Andy & Lucas. Y a partir de ahí, el carrusel. Carlos Herrera, Ramón Calderón, Curro Romero, ...Todo  el que quisiera ser alguien en el mundo del famoseo y de la farándula tenía ayer en El Puerto una cita ineludible. Son de esos acontecimientos en los que si no sales, no eres nadie.  

A las siete de la tarde, los aplausos dentro del coso anunciaban que empezaba el festejo y que se acababa el paseíllo de la farándula. La puerta grande se cerraba y marcaba la diferencia social que el duelo había creado. Los privilegiados ya estaban dentro. El resto del mundo se quedaba fuera y se conformaba con escucharlo por la radio y esperar.

A las ocho y media de la tarde, el público comenzaba a volver a esa puerta grande, deseando coger un sitio por si había una salida a hombros. Pero las noticias que salían de la Plaza no eran halagüeñas. Todo apuntaba a que iba a ser un día histórico en todos los aspectos menos en el taurino. Se iniciaba el quinto de la tarde cuando salía un aficionado diciendo una frase mañida pero más que cierta:

“Corrida de expectación, corrida de decepción”. “¿Pero han cortado alguna oreja?”, le preguntaba una señora. “Nada, mujer, nada”, le respondía el aficionado un tanto desilusionado.

A los que estaban fuera les quedaban dos cosas por hacer. Una, ver cómo sacaban a los toros de la plaza camino del despiece. Y otra, coger un buen sitio cerca de toriles para ver cómo salían las cuadrillas. Se toreaba el sexto cuando Morante, con cara de pocos amigos, salía de la plaza a toda prisa sin pararse ante los requerimientos de los aficionados. La faena no había sido buena y lo mejor era marcharse. La marabunta esperaba entonces a José Tomás pero las noticias confirmaban que se marchaba en ambulancia. Poco a poco se fue despejando la plaza aunque comenzaban a surgir los problemas habituales de tráfico en los días grandes de corrida. Grandes colas de vehículos dificultaban notablemente el tránsito de las salidas de la ciudad. Era el peaje que había que pagar para que El Puerto fuera por un día el centro nacional del artisteo y de la vida social y, de paso, del mundo de los toros.

 

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