A tiza

Pilar Fuertes

Consentimientos (o no) cuando estamos a solas

Si usted no es capaz de percibir lo que cuerpo a cuerpo siente y desea una persona no se adentre en ese mundo del sexo, es peligroso. Y no hoy por la nueva ley propuesta por Pedro Sánchez, siempre lo fue. La exigencia de un "sí" explícito en una relación sexual pierde toda lógica cuando la finalidad es evitar violaciones o abusos.

¿Creen de verdad que soluciona algo? ¿Van a dejar de existir estos delitos? Una de las principales características del violador es que no busca obtener gratificación sexual, busca ejercer dominación. Dicho en otras palabras, cuanto más "no" más placer. Y por ende, cuanto más "sí" menos placer. Pero estoy hablando de violadores, de enfermos mentales. Se está equiparando a todos los hombres con enfermos al admitir la necesidad de que escuchen un "sí" tan certero como un "no". Los límites no los pone el sexo, los pone el seso. Alguien dijo que hay personas que tienen mil problemas para una solución, y esto han conseguido. Mil problemas para la única solución: denunciar digas sí, no o calles. El violador sabe lo que hace y la víctima sabe lo que le están haciendo. Digas lo que digas, nunca mejor dicho. Hablo de mayores de edad y en pleno uso de facultades, por supuesto. Han "inventado" un delito que ya existe, nada nuevo bajo el sol. Sin embargo sí es cierto que han inventado unas relaciones nuevas, enhorabuena. Unas relaciones cuyo pilar ya ha encontrado cimiento en el famoso y manoseado caso de la Manada. Y aún no llego a comprender porqué en él, quizá sea porque nos manifestamos por aquello que se nos acerca o nos sentimos identificados. Me preocupa esto último, quizá yo me identifique más con violaciones en las que no cabe la menor duda de la atrocidad y por las que nadie se tira a la calle a dar voces aunque el violador sea puesto en libertad a los tres días. Me veo más en ese papel como mujer.

Y me veo también ya casi envuelta en unas relaciones nuevas ante ese "sí" explícito. Sin entrar en detalles grotescos imagino las escenas posibles y la mirada desconfiada de los amantes. Un no dejarse ir, señores. Hombres del mundo, pregunten tras cada caricia, escuchen el más mínimo susurro al oído con atención, graben sus relaciones, cómprense un VAR, musiten solo palabras de amor... ¡Cuánta ansiedad! Pero ante todo, señoras, jamás digan ¡ya!

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