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pilar larrondo

Qué bueno que volviste

Reconozco que Filosofía era la asignatura que menos me gustaba cuando estudiaba Bachillerato. Es cierto que competía con Matemáticas, pero Filosofía provocaba en mí un odio y una inquina que no eran propios de un ser humano. Tal vez no fuera la materia, tal vez fuese la profesora la que despertase en mí ese sentimiento.

Conocida por varias generaciones de alumnos con el nombre del protagonista de una película de miedo -imaginen la razón- y con una parsimonia a la hora de elaborar discursos capaz de tumbar al más insomne de los mortales, aquella mujer hizo de la Filosofía una tortura china. Amante de los presocráticos, discípula de Nietzsche y encariñada con Descartes, la buena señora invitaba a dormir en sus clases, jamás a pensar. Luego llegué a la Facultad y todo cambió. En la carrera de Periodismo no se aprende nada sobre el periodismo, pero es una formación que puede presumir de enseñar sobre todo lo demás. Eso ocurre con la Filosofía. Presente en múltiples asignaturas, la Filosofía universitaria me reconcilió con la de adolescente. Nombres que escuché de pasada ahora tomaban peso en mi cabeza. Las corrientes de pensamiento y cambios de paradigmas de los que cada profesor me iba hablando me servían para entender etapas en la Literatura o en la Historia e incluso el argumento de una película. Por eso, cuando supe de su eliminación en Bachillerato sentí una profunda pena. Por eso, ahora que el Congreso aprueba su regreso a las aulas estoy feliz.

Es una alegría saber que mentes por definir van a recibir el estímulo necesario para ser críticas, establecer razonamientos propios y ser capaces de argumentarlos. Resulta esperanzador que esa masa que consume internet de forma apabullante y peligrosamente adoctrinadora pueda acercarse y acceder al pensamiento. Al de otros y al suyo propio. Una sociedad que no piensa, sólo produce y mientras produce es manipulada. Si al adulto en potencia no le accionan el resorte adecuado, le darán gato por libre y ni sabrá el porqué de la engañifa ni lo injusto de la misma ni la manera de decirle al mundo que comenten una injusticia. El que no conoce la Historia, está condenado a repetirla. El que no es capaz de preguntarse las mismas cuestiones que antes se plantearon otros, adentrarse en sus conclusiones y establecer las suyas propias a raíz de haberlo hecho, está condenado a ser el triste modelo de una bonita foto de Instagram.

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