La gente dice estar harta de política. Y decir que está harta de política es decirlo igualmente de los políticos. La hartura confesada es tanta, que yo misma me la estoy jugando con la lectura de estas líneas. O les escribo de inmediato algo mínimamente atrayente sobre política, o me hacen zapping de periódico, que se da tanto como el televisivo: usted ve la calle por la que tira un columnista... y en cuatro o cinco renglones tiene bastante para cambiar de canal, que en periódicos se ha llamado de toda la vida pasar página. Es como en los pregones de Semana Santa, que a poco que el pregonero se lance a las primeras frases, al primer tono, y desnude el color y el timbre de su voz, como la cosa no venga por derecho desde el principio, ya ha dicho usted el clásico de los abandonos: "Esto va a ser un tostón, si sabía yo que fulano es un tostón".

Los políticos le han quitado el papel a los triunfitos. Los pesados políticos tienen a la gente pendiente de ellos como si los siguieran en la academia, pero la academia aquella de la buena, la de verdad, la del año 2001/2. No esta de ahora en la que nadie vale lo que valieron Bisbal, Chenoa, Bustamante, Fergó, Tenorio o Rosa de España. Los políticos quieren que les sigamos a diario y a todas horas, persiguen hacerse con toda la parrilla de la programación, con el prime time. Los políticos, los aburridos políticos buscan darnos cuenta de todos sus pasos y progresos, ser protagonistas de sus acuerdos, de sus negociaciones, de sus pactos -algunos con el diablo de los proetarras y los independentistas-. Los políticos, los mentirosos políticos, sacarían si pudieran hasta un CD con la gala de cada semana, con el audio peligroso de sus falacias, con las trampas y los cartones de sus argumentos, con más trucos que Tamariz.

Hubo una vez un circo, una programación infantil y otra estelar. Hubo una vez Valentina y el Capitán Tan, y El Santo y El Fugitivo. Pero los cansinos y agotadores políticos, con tal de estar en el candelabro que dijo la otra, serían capaces de hacer hasta la torre de Pisa de Lomotoro.

Los políticos, y ahora que acaba de empezar el verano, son ya como el camión del tapicero. Cuando se encuentra usted de lo más tranquilo un domingo en Punta Umbría o en La Antilla, bien tempranito y en las mejores horas del descanso estival, irrumpe en la playa la insoportable megafonía de la furgoneta, que le tortura una y otra vez los oídos como si le hubieran metido el apartamento en plena calle del Infierno: ¡¡¡El tapicero, ha llegado a su localidad el tapicero!!! Y la verdad es que lo que tienen los políticos, lo que de verdad de verdad tienen es tela. Y para los próximos meses playeros, ¡¡¡tela marinera!!!

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