opinión

Se acabaron las excusas

YA no sirven las excusas. Es verdad que en momentos puntuales de la temporada los árbitros han perjudicado al Xerez y que la suerte ha resultado esquiva, pero son dos factores inherentes a este deporte y a cualquier otro y ya no se le puede echar más la culpa al empedrado porque el Xerez va directo al precipicio.

No dudo que Juan Merino esté haciendo un buen trabajo y reconozco que le tengo aprecio desde que lo conocí hace tres lustros cuando era futbolista, pero la realidad es que no consigue que su equipo sea realmente competitivo y se está asomando peligrosamente al abismo.

Hasta hace pocos días valía el discurso de que el equipo jugaba bien y que era el camino para que los resultados llegaran, pero ya no convence como argumento. Contra el Almería no tuvo recursos para desarticular la trampa de Lucas Alcaraz y ayer sólo ofreció un ratito bueno en la segunda mitad. ¿A qué jugó el Xerez en el primer tiempo? ¿Por qué no fue ambicioso desde el inicio como lo hizo después de encajar el primer gol? Lo cierto es que este equipo ha entrado en la preocupante espiral de perder, haga lo que haga. Jugando mal, jugando bien, con fallos propios o con aciertos ajenos, pero el resultado casi siempre es el mismo. O algo cambia o el descenso ya es un peligro.

En este momento Merino es un blanco fácil porque desde el primer día llegó sin el chaleco antibalas que le da a cualquier entrenador una brillante trayectoria. El linense no tiene pasado y hasta el momento vivía de esas famosas buenas sensaciones que ofrecían los azulinos. Pero eso no se tradujo en resultados y ahora el equipo emite unas vibraciones que invitan al pesimismo.

Y no será porque Merino no haya movido fichas para encontrar la combinación idónea. Si se hiciera una encuesta entre los aficionados sobre el once ideal, seguramente muchos coincidirían, más o menos, con el que viene alineando. No se echa de menos a casi ningún jugador de los que no vienen actuando y tampoco el sistema está en entredicho. El problema radica en que este Xerez depende en exceso de los goles de José Mari y de la calidad de Capi y que algunos de sus defensas parecen empeñados en aliarse con el enemigo.

Todo se junta y ya está el Xerez a tres puntos del descenso, una palabra maldita con un batallón de acreedores a la expectativa. Es el momento más complicado para Viqueira desde que colgó las botas y tiene una patata caliente sobre la mesa. ¿Fe ilimitada en Merino? La respuesta, en breve...

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