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Morder, poseer... y acabar corriendo

  • El Sevilla logra su objetivo presionando arriba y robando rápido, pero el desarrollo del partido lo lleva a justo lo que no quería, un duelo de ida y vuelta

  • El físico de Navas y Banega sufrió

Jesús Navas trata de robar el balón.

Jesús Navas trata de robar el balón. / Efe

Si Montella había previsto -ante la final- que sus jugadores tuvieran que correr lo menos posible, el duelo se volvió loco y se convirtió en un correcalles que exigió un esfuerzo añadido con mucha ida y vuelta. Si pensó que Banega y Jesús Navas, dos titulares referencia para el sábado ante el Barça, pudieran descansar conforme avanzara el partido, ambos -junto a Mercado- estuvieron los noventa minutos en el campo. Y si el napolitano pensaba ganar en Riazor sin exponer en los balones divididos por la misma razón, la cercanía de la final, no parece conocer mucho cómo se las gastan los equipos necesitados en la Liga española.

El resultado fue que el Sevilla sumó un punto gracias a David Soria. El resultado fue que quien menos pensaba el técnico que podía reivindicarse era en quien jamás creyó, Geis. Y el resultado fue que los cambios fueron encogiendo cada vez más al equipo sacando del campo a los dos únicos futbolistas que intimidaban arriba, Sandro con sus golpeos y Carlos Fernández con sus apoyos de espaldas, para que Nolito y Sarabia salieran aún más arrugados y el equipo aún diera otro paso atrás.

FUENTE: Elaboración propia. GRÁFICO: Dpto. de Infografía. FUENTE: Elaboración propia. GRÁFICO: Dpto. de Infografía.

FUENTE: Elaboración propia. GRÁFICO: Dpto. de Infografía.

Defensa

Montella ordenó una zaga adelantada al inicio, casi en la línea del centro del campo, con una presión arriba de alta y de muy alta intensidad en ocasiones para ahogar a un equipo en problemas. Ello propició que el Sevilla robara con relativa facilidad el balón, que los niveles de posesión subieran y que el Deportivo no se sintiera a gusto. Sobre todo que no intimidara. Así, salvo en alguna fase que después corregiría, se desarrolló casi toda la primera mitad, pero no tras el descanso.

Seedorf buscó lo mismo en el inicio de la segunda mitad. Presionó arriba y empezaron a aparecer los fallos de una defensa que además no está habituada a jugar junta. Layún empezó a sufrir bastante con Juanfran, Carriço ya dejaba al aire su falta absoluta de ritmo y a Pizarro le pasaba lo mismo unos metros más adelante. El balón dividido ya era del Deportivo, que fue equilibrando los porcentajes de posesión y que fue encontrándose con ocasiones claras que David Soria desbarataba siempre.

Mediada la segunda mitad, como si ambos entrenadores coincidieran en el mismo plan, el partido se volvió loco con transiciones en un sentido y en otro, fruto de la tendencia de los dos equipos a replegar. Pero ese juego, si a alguien no beneficiaba, era al Sevilla, que debía castigar las piernas con tanto ir y venir teniendo la cita que tiene el sábado.

Ataque

Montella cambió el esquema habitual, convirtiendo el 4-4-2 en el que Banega y Franco Vázquez logran un patrón dinámico y camaleónico en otra cosa distinta. Geis se metía entre los centrales haciendo una defensa de tres en fase ofensiva. Él y Layún realizaban cambios de orientación que desahogaban, pero faltaba la pieza final. Los interiores no encontraban su sitio y sólo Banega, con Sandro y Carlos conectaban.

Tras el descanso, las acciones fueron claramente de transición.

Virtudes

Aportación de Geis y de Carlos.

Talón de aquiles

Banega no debió acabar.

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