La ciudad de la historia por Fco. Antonio García Romero, Eugenio J. Vega Geán

El Ager Ceretanus y el poblamiento romano de la campiña de Jerez (II)

Amediados del siglo I a.C. el Ager Ceretanus es ya una realidad. Una realidad que se ha formado con el asentamiento de colonos itálicos que conviven con una población local. Y una población local que, además, acelera su tendencia a abandonar el oppidum de Gibalbín, cuya función militar y defensiva ya no es necesaria - al menos de momento - para instalarse en la llanura, en un paisaje rural de aldeas que coexisten con las muevas villas romanas fruto de la colonización . La pacificación de la región impuesta por Roma tras las guerras civiles permitirá que este proceso de integración de la población hispana con la itálica sea cada vez mayor.

La instauración del Principado favorece aun más la política de abastecimiento de Roma, y en particular a las nuevas oligarquías provinciales, a las que de hecho Augusto dejó la administración de la Bética. Es el momento de expansión de un sistema esclavista orientado a una gran producción, y observamos que durante todo el siglo I d.C. las grandes familias de Gades (recordemos a los Balbo y a Columela) están adquiriendo parte de las tierras del Ager Ceretanus, sin duda para cubrir estas expectativas. La arqueología nos habla del desarrollo de explotaciones en el territorio de Jerez, ya desde finales del siglo I a.C y durante toda la centuria siguiente: Cartuja, Hijuela de las Coles, Montealto y Los Villares, Cortijo de la Jara, Haza de la Torre y Romanina Alta, por citar las más destacadas.

Explotaciones que han dejado un importante material anforario: sobre todo ánforas Dressel 7/11 de salazones (que es la principal actividad de los esteros) y en menor medida algunos ejemplares de Haltern 70, ánforas vinarias. Y aunque hay quien acepta que ambos contenedores podían llevar vino si fuese necesario, parece claro que el vino no es el cultivo dominante. El tamaño de las villas referidas, entre 2 y 5 ha, en Haza de la Torre o Romanina Alta, nos habla de un paisaje de pequeñas propiedades orientadas al policultivo mediterráneo, mezclando agricultura, ganadería y actividad de salazón junto a los esteros.

La gran producción de vino para la exportación a Italia siguió siendo muy importante en la región, pero los tituli picti del material anforario encontrado nos hablan de vinos de Hasta ( CIL XV, 4731) y de Gades ( CIL XV, 4570): vinos de la costa , que sí estaba más especializada en estas exportaciones, junto con las salazones. Es evidente que las grandes familias gaditanas trataron de controlar la exportación de estos productos, tanto del interior del Ager Ceretanus como de la costa, y que sin duda tanto los Balbo como después Columela adquirieron algunas de estas fincas.

Desde mediados del siglo I d.C. el proceso de romanización es muy fuerte. Las políticas provinciales de los emperadores Claudio y Vespasiano apuestan por la municipalización y el desarrollo de la ciudadanía romana (recuérdese el Edicto de Vespasiano de 71 d.C.). Esta nueva situación determina un cambio importante en el patrón de asentamiento y de relación entre civitas y ager. El crecimiento urbano supone una ingente necesidad de abastecimientos locales, que son surtidos por las oligarquías municipales. Éstas, cada vez más poderosas por la adquisición de las tierras circundantes, se sostienen mediante un amplio aparato de relaciones de clientelas y fidelidades que se proyecta, hacia arriba, hasta el emperador.

Estos nuevos y poderosos propietarios de las tierras mantendrán sus explotaciones con un sistema esclavista (como se manifiesta, en la costa, en el fundus Baianus descrito en el bronce de Bonanza, CIL II, 5042 y 5046) o bien recurriendo al arrendamiento de sus tierras a los antiguos colonos o a campesinos hispanos, que de esta manera quedan obligados al pago de una renta o de parte de la cosecha obtenida, como recuerda Columela (De re rustica I 3,12). De este modo, a las relaciones de clientela urbana, las oligarquías municipales suman ahora las de dependencia del campesino, garantizándose con ello, de hecho, el abastecimiento de las ciudades sobre las que ejercerán sus patronazgos.

Podemos preguntarnos además si se dieron cambios en lo que a la producción se refiere. A este respecto, un dato suministrado por Suetonio (Domiciano 7, 2) indica una vez más cómo el Estado podía intervenir en la actividad agrícola: el emperador Domiciano dio un edicto en 92 d.C. sobre la tala de vides que afectó a los grandes propietarios de la Bética, al parecer con intención de beneficiar más la producción de cereal en las provincias para garantizar el suministro de la annona. Según esto, puede pensarse que las tierras del Ager Ceretanus también se vieron afectadas por esta disposición imperial: lo que da pie a pensar que, efectivamente, en el siglo II d.C. la producción de cereal es dominante, como ya lo era en el siglo I a.C. Pero poco más podemos decir, pues el propio autor reconoce que el edicto no llegó a aplicarse. Lo que sí que parece claro es que para finales del siglo I d.C. el poder económico y social que han adquirido las oligarquías locales en torno al abastecimiento de las ciudades, y que el propio sistema imperial había impulsado para mantener las relaciones de clientela y a través de ellas las de fidelidad al emperador, es la base de la organización social de las provincias, y que el Estado se garantiza su parte para una annona fundamental, entre otras cosas, para el mantenimiento de frumentaciones para el pueblo y víveres para las tropas.

Pero la arqueología ha proporcionado otro dato. A finales del siglo I los niveles de ocupación romana registrados en Gibalbín se cortan - temporalmente - tras la época flavia, coincidiendo con la desaparición de los alfares de ánforas Haltern 70 y Dressel 7/11 que hasta entonces dominaban en los alrededores de Ceret. Estaríamos hablando de un momento de cambio de la dinámica comercial (mejor que una desaparición de la actividad mercantil) que puede asociarse con la decadencia del comercio de exportación que hasta ahora había monopolizado Gades, coincidiendo con el declive de la ciudad que aventura ya Avieno (Ora Maritina, 267).

La historia de los campos ceretanos en el siglo II es, sin duda, la etapa más oscura: han desaparecido las referencias literarias directas y, desde luego, el material arqueológico tan rico de la centuria anterior. No tenemos tampoco referencias fiables sobre el papel de las oligarquías municipales y el abastecimiento de las ciudades próximas, pero parece que con la decadencia de Gades (y con ella, de las grandes familias de comerciantes como los Balbo), el peso del ager rural prevalece cada vez más sobre la civitas.

Esto se ha querido interpretar con lo que tradicionalmente se ha venido denominando la ruina del municipio romano, el inicio del fin de Roma. Pero no es cierto que este corte arqueológico signifique el final de Ceret y del Ager Ceretanus, pues ambos perviven, transformados en otra realidad y a pesar de las tribulaciones del estado romano.

Jesús Montero Vítores

Fco. Antonio García Romero

Eugenio J. Vega Geán

Centro de Estudios Históricos Jerezanos www.cehj.org

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